LECCIÓN
164
Ahora
somos uno con Aquel que es nuestra Fuente
1. ¿En
qué otro momento sino ahora mismo puede reconocerse la verdad?. 2El
presente es el único tiempo que hay. 3Y así, hoy, en este mismo
instante, ahora mismo, podemos contemplar lo que se encuentra ahí eternamente,
no ante nuestra vista, sino ante los Ojos de Cristo. 4Él mira más
allá del tiempo y ve la eternidad representada allí. 5Él oye los
sonidos que engendra el insensato y ajetreado mundo, aunque muy levemente. 6Pues
más allá de ellos, Él oye el himno del Cielo y la Voz que habla por Dios con
más claridad, con más sentido y más de cerca.
2. El mundo desaparece fácilmente ante Su
vista. 2Sus sonidos se vuelven más tenues. 3Una melodía
procedente de mucho más allá del mundo se vuelve cada vez más clara: una
Llamada ancestral a la que Cristo da una respuesta ancestral. 4Tú
reconocerán tanto una como otra, pues no son sino tu propia respuesta a la
Llamada que te hace tu Padre. 5Cristo responde por ti, haciéndose
eco de tu Ser, usando tu voz para dar Su jubiloso consentimiento y aceptando tu
liberación por ti.
3. ¡Cuán santas son tus prácticas hoy, al darte
Cristo Su Visión, al oír por ti y al contestar en tu nombre la Llamada que Él
oye!. 2¡Cuán serenos son los momentos que pasas con Él, más allá del
mundo!. 3¡Cuán fácilmente te olvidas de todos tus aparentes pecados,
y dejas de recordar todos tus pesares!. 4En este día se dejan de
lado las aflicciones, pues a ti, que hoy aceptas los dones que Él te da, te
resultan claros los sonidos y las vistas procedentes de aquello que está más
cerca de ti que el mundo.
4. Hay un silencio que el mundo no puede
perturbar. 2Hay una paz ancestral que llevas en tu corazón y que no
has perdido. 3Hay en ti una sensación de santidad que el pensamiento
de pecado jamás ha mancillado. 4Hoy recordarás todo esto. 5La
fe con la que practiques hoy te aportará recompensas tan grandes y tan
radicalmente diferentes de todas las cosas que antes perseguías, que sabrás que
ahí está tu tesoro y tu descanso.
5. Éste es el día en que todas las vanas
imaginaciones se descorren como si de una cortina se tratase, para revelar lo
que se encuentra tras ellas. 2Ahora se hace visible lo que realmente
está ahí, mientras que todas las sombras que parecían ocultarlo simplemente se
sumergen en la nada. 3Ahora se recupera el equilibrio, y la balanza
del juicio se deja en manos de Aquel que juzga correctamente. 4Y
mediante Su juicio, se desplegará ante tus ojos un mundo de perfecta inocencia.
5Ahora lo contemplarás con los ojos de Cristo. 6Ahora su
transformación te resultará evidente.
6. Hermano, éste es un día
sagrado para el mundo. 2La visión que se te ha
concedido, la cual procede de mucho más allá de todas las cosas del mundo, las contempla ahora bajo una nueva. luz. 3Y
lo que ves se convierte en la curación y salvación del mundo. 4Tanto
lo valioso como lo insignificante se percibe y se reconoce tal
como es. 5Y lo que es digno de tu amor recibe tu amor, y no
queda nada que puedas temer.
7. Hoy no juzgaremos. 2No recibiremos sino
aquello que nos llega procedente de un juicio que se emitió desde más allá del
mundo. 3Nuestras prácticas de hoy se convierten en un regalo de
gratitud por nuestra liberación de la ceguera y de la aflicción. 4Todo
cuanto veamos no hará sino aumentar nuestra dicha, pues su santidad refleja la
muestra. 5Nos alzamos perdonados ante los ojos de Cristo, tal como
el mundo se alza perdonado ante los nuestros. 6Bendecimos al mundo al contemplarlo
en la luz en la que nuestro Salvador nos contempla a nosotros, y le ofrecemos
la libertad que se nos ha dado a través de Su visión redentora, no a través
de la nuestra.
8. Descorre
la cortina durante tus prácticas
renunciando simplemente a todo lo que crees desear. 2Guarda tus frívolos tesoros, y deja un espacio
limpio y despejado en tu mente donde Cristo pueda venir a ofrecerte el tesoro
de la salvación. 3Él necesita tu
santísima mente para salvar al mundo. 4¿Acaso no es este propósito digno de ser tu objetivo? 5¿No es la
visión de Cristo algo digno de procurarse en lugar de todos los objetivos
mundanos que no producen ninguna satisfacción?
9. No dejes que este día transcurra sin que los
regalos que tiene reservados para ti reciban tu aprobación y aceptación. 2Si
los reconoces, podemos cambiar el mundo 3Tal vez no puedas ver el
valor que tu aceptación de ellos le ofrece al mundo. 4Pero sin duda
quieres esto: poder cambiar todo sufrimiento por dicha
hoy mismo. 5Practica con fervor y ése será tu regalo. 6¿Iba
Dios a engañarte? 7¿Podría dejar Él de cumplir Su promesa? 8¿Le negarías
lo poco que te pide cuando Sus Manos le ofrecen a Su Hijo la salvación en su
totalidad?
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN 164
“Ahora somos uno con Aquel que es nuestra Fuente”
Instrucciones para la práctica
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Promesas inmensas vienen con la práctica de
la lección de hoy, si la hacemos con fe (4:5), si practicamos “con fervor”
(9:5). Así que traigamos cada pizca de buena voluntad a esta práctica de hoy.
Empieza llevando a cabo un proceso de
renunciar “a todas las cosas que crees
desear” (8:1). Haz una lista de todas las cosas a las que tu ego se aferra, y
con cada una durante este periodo de práctica, estate dispuesto a considerar
que no tiene valor real. Puedes imaginarte que estás dentro de la habitación de
tu mente, una habitación abarrotada con todos los “frívolos tesoros” (8:2) a los que estás aferrado. Uno a uno, elimina
esos “tesoros” sin valor de esta habitación.
Ahora tienes una habitación limpia y
abierta, preparada para recibir el tesoro real de Cristo, “el tesoro de la
salvación” (8:2). Deja que esta habitación se llene con “una paz ancestral que
llevas en tu corazón y que no has perdido” (4:2). Deja que se inunde de “una
sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás ha mancillado” (4:3).
Escucha a tu Padre llamándote, y luego escucha al Cristo en ti responderle por
ti. Pero sobre todo, intenta dejar que venga la visión de Cristo. Abre las
cortinas de esta habitación, deja que entre la luz. A través de estas ventanas
abiertas, ahora puedes “ver el mundo renovado, radiante de inocencia, lleno de
esperanza” (L.189.1:7).
Ahora la habitación de tu mente se ha
convertido en Su almacén de tesoros, llena del oro y la plata de Sus milagros.
Ahora, mires donde mires, tus ojos reparten estos milagros, mientras bendices
lo que ves con tu amorosa mirada. Sal a tus actividades del día sabiendo que
éste es tu trabajo, sanar a todo el mundo que ves mirándoles con “Su visión
redentora” (7:6).
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no
lo permiten).
Repite la idea como un modo de entrar al
almacén de tesoros de tu mente y de sentir tu unidad con Dios. Luego dale
gracias por los tesoros que te ha ofrecido en la hora anterior. Y pregúntale lo
que Él quiere que tú hagas en esta siguiente hora.
Comentario
A
cualquiera que ha hecho las lecciones del Libro de Ejercicios hasta este punto,
está claro que las últimas lecciones están alcanzando un nuevo nivel. Se le da
una importancia constante a lo que el Curso llama el instante santo, aunque
muchas de las lecciones no usan estas palabras. Pero cuando una lección, como
ésta, habla de “en este mismo instante,
ahora mismo” como el momento en el que
“contemplar lo que se encuentra ahí eternamente” (1:3), o del tiempo que
dedicamos a pasar en quietud “con Él, más allá del mundo” (3:2), está claramente
indicando los momentos en que entramos en el instante santo, un momento de
eternidad dentro del tiempo.
La
práctica que se nos pide (desde la Lección 153), día tras día, es reservar
momentos de no menos de cinco minutos, y hasta media hora o más, por la mañana
y por la noche, a trabajar nuestra visión y escucha espirituales. Se nos pide
escuchar “el himno del Cielo” (1:6) que está sonando continuamente más allá de
los sonidos de este mundo. Esta “melodía procedente de mucho más allá del
mundo” (2:3) es la canción del amor, la llamada de nuestros corazones a Él, y
la Suya a nosotros.
Estos
momentos son periodos en los que nos olvidamos de todos nuestros aparentes
pecados y dejamos de recordar todos nuestros pesares (3:3), y recordamos los regalos que Él
nos da (3:4). Practicamos dejar a un lado las vistas y los sonidos del mundo
que son testigos constantes para nosotros del mensaje de miedo del ego, y
escuchamos la canción del Cielo. Nos aquietamos, acallamos nuestra mente, e
intentamos ponernos en contacto con “un silencio que el mundo no puede
perturbar” (4:1), la “paz ancestral que llevas en tu corazón y que no has
perdido (4:2), y la “sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás
ha mancillado” (4:3). Todo esto, como dice el primer párrafo: “se encuentra ahí
eternamente, no ante nuestra vista sino ante los ojos de Cristo” (1:3). No lo
estamos creando, no estamos haciendo que suceda, sino que estamos apartando
todo lo que hay en nuestra mente que lo oculta de nuestra vista. “Ahora se hace
visible lo que realmente está ahí, mientras que todas las sombras que parecían
ocultarlo simplemente se sumergen en la nada” (5:2).
Esta
práctica pone a nuestra mente en un estado en el que sentimos puro gozo. Gozo
es la palabra que me viene a la mente
para describir “lo que se siente” en el instante santo. Hay una sensación de
satisfacción, una seguridad de que todo está bien, a pesar de toda la evidencia
en contra. Hay una relajación pacífica dentro de la mente de Dios. De modo
natural nuestra mente se extiende hacia fuera con amor a todo el mundo, desde
este santo lugar, bendiciendo en lugar de juzgar.
Puede
ser difícil para nosotros desde este momento entender completamente cómo esta
práctica de quietud, algo que sucede completamente dentro de nuestra propia
mente, puede “curar y salvar al mundo” (6:3). La lección afirma sin posibilidad
de dudas que, por medio de esta práctica
“podemos cambiar el mundo” (9:2). ¿Cómo puede ser así? Eso es así porque
todas las mentes están unidas, y aunque podemos entender la idea, nuestra
sensación de su realidad es muy débil. Eso es normal, el efecto sobre el mundo
tiene lugar, nos demos cuenta de ello o no. Por el momento, podemos centrarnos
en el beneficio personal: “Pero sin duda quieres esto: poder cambiar todo
sufrimiento por dicha hoy mismo” (9:4).
Si te
pareces a mí, la realidad e importancia de esta práctica aumenta lentamente.
Hay muchos días que “dejamos pasar” sin tomarnos el tiempo de hacer el trabajo
sobre nuestra mente que el Libro de Ejercicios pide. Los detalles de la vida,
la presión de los negocios, las crisis diarias piden nuestra atención a gritos,
alejándonos del trabajo interno, que es lo que pretenden. Se necesita una firme
decisión de poner lo primero este “momento de quietud” con Dios, por encima de
todas las demás cosas. Pero cuando lo hacemos, sucede algo sorprendente. Como
dice la Lección 286: “Padre, ¡qué día tan
sereno el de hoy! ¡Cuán armoniosamente cae todo en su sitio!” (L.286.1:1-2).
Recuerdo, hace mucho, que leí lo que Martin Luther escribió una vez: “Tengo
tantas cosas que hacer, que tengo que pasar tres horas en oración para
prepararme a mí mismo para ello”. Había un hombre que entendía, dentro de su
propia situación, que preparar su mente con Dios era lo más importante, y
cuanta mayor presión por parte del mundo, más necesitaba ese momento de quietud
en la Presencia de Dios.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-164-audios-mp3_rf_3929852_1.html
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