LECCIONES 361-365
Te entrego este instante santo.
Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu
dirección me brindará paz.
1. Y si necesito una palabra de aliento, Él me la
dará. 2Si necesito un pensamiento, Él me lo dará también. 3Y
si lo que necesito es quietud y una mente
receptiva y serena, ésos serán los regalos que de Él recibiré. 4Él
está a cargo a petición mía. 5Y me oirá y contestará porque Él habla
en Nombre de Dios mi Padre y de Su santo Hijo.
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 363 - 29 DICIEMBRE
“Te entrego este instante
santo.
Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu
dirección me brindará paz”
Instrucciones
para la práctica
Ver las instrucciones para
la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o
en la Tarjeta de Práctica de este
libro.
LECCIONES FINALES
Propósito: Recibir el
regalo que Dios ha prometido a Su Hijo. Dedicar nuestra mente a seguir el
camino de la verdad y llevar allí a nuestros hermanos. Perdonar al mundo y
acelerar el final del sueño que Dios ha fijado.
Tiempo
de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea
necesario.
- Utiliza las palabras sólo al comienzo, y únicamente para recordarte a ti mismo que estás intentando ir más allá de ellas.
- Deja el resto de la lección al Espíritu Santo. Ponle a Él a cargo de todo. Cualquier cosa que necesites, sea un pensamiento, una palabra, o quietud y serenidad, Él te lo dará.
Recordatorios
cada hora: No hay instrucciones concretas.
Recordatorios
frecuentes: No hay instrucciones concretas.
Respuesta
a la tentación: No hay instrucciones concretas.
Comentario
Una vez más repetimos esta
lección del “instante santo”. Parece como si el autor nos dijera: “Habiendo
recibido todos los pensamientos que te he dado, no te queda nada más por hacer
excepto poner tu vida en manos del Espíritu Santo”. Helen Schucman, que algo
después de haber completado el Curso escribió las primeras partes del Prefacio
al Curso (la sección del Prefacio “¿Qué Postula?” la tomó del mismo dictado
interno que el resto de los libros), dijo allí:
El Curso no afirma ser de por sí el final
del aprendizaje, ni es el propósito de las lecciones del Libro de ejercicios llevar a término el aprendizaje del estudiante.
Al final se deja al lector en manos de su propio Maestro Interno, Quien
dirigirá el resto del aprendizaje a Su criterio. (Prefacio, página xii)
Eso es
exactamente lo que estas cinco lecciones finales están reforzando, dejarnos en
las manos del Espíritu Santo para que recibamos más instrucción.
El Libro
de Ejercicios es una base, destinada a prepararnos para la instrucción del
Espíritu Santo que viene después. Sirve como una especie de muleta mientras
estamos demasiado débiles para mantenernos de pie. A veces me gusta pensar que
el Libro de Ejercicios es como una especie de “rueditas de aprendizaje” para
andar en nuestra bicicleta espiritual. Las ruedas están ahí para evitar que se
caiga el niño que está aprendiendo a montar. Cuando aprende a mantener el
equilibrio, las ruedas ya no son necesarias, y el niño va aprendiendo a andar
en la bicicleta cada vez mejor, tal vez aprendiendo a hacer cabriolas, a andar
sin manos, o incluso a hacer maniobras para evitar caerse al suelo. El
aprendizaje no se ha terminado cuando acabamos el Libro de Ejercicios, todavía
queda mucho que aprender.
El entrenamiento
del Curso es un entrenamiento mental. El Libro de Ejercicios ofrece “rueditas
de aprendizaje” mental: la estructura de los pensamientos diarios y los
ejercicios de práctica que sugiere. Su propósito es iniciarnos en la forma de
práctica espiritual del Curso, que consiste en comunicarnos mentalmente con
Dios, mañana, noche y en cada momento a lo largo del día. Sus palabras nos dan
algo a lo que agarrarnos mientras vamos formando esta nueva costumbre. Al
principio está muy estructurado, y la estructura se vuelve bastante rígida. Con
el paso del tiempo se vuelve más sencillo, suponiendo que hemos empezado a
reforzar la costumbre que está intentando enseñarnos. Aquí, en las Lecciones
Finales, la estructura está a punto de terminar, se están quitando las
“rueditas de aprendizaje”. Se nos deja en manos del Espíritu Santo
completamente, sin libro que nos guíe.
Tal vez
alguno se sienta lo bastante motivado para aplicarse con dedicación durante
todo el primer año que hacen el Libro de Ejercicios, siguiendo sus
instrucciones cada día (o intentándolo). Ciertamente si alguien lo hiciera así,
un solo año bastaría para establecer la costumbre de comunicarse
espiritualmente con Dios. Sin embargo, para la mayoría de nosotros una sola vez
no es suficiente.
Tengo que
confesar en este escrito que este próximo año (1997) será la novena vez que
hago el Libro de Ejercicios. Completar la primera vez me costó tres años. Desde
entonces cada vez lo he hecho en un año, excepto un año que decidí que quería
hacer algo diferente por un tiempo. Soy un alumno lento, al acabar este año
todavía no he establecido las costumbres que el Libro de Ejercicios está
intentando enseñarnos. Cada año lo hago mucho mejor, pero todavía es muy raro
el día que recuerdo practicar la lección cada hora, mucho menos acordarme de
ella brevemente cinco o seis veces cada hora, y en eso consiste nuestra
práctica cuando llevamos varios meses con el libro. Por eso lo estoy haciendo
de nuevo, no sólo para compartir los comentarios diarios con vosotros, compañeros,
sino porque todavía me queda mucho que aprender.
Aunque
no pienso que puedo hacer esta lección tal como se pretende, dejando el Libro
de Ejercicios para continuar mi instrucción privada con el Espíritu Santo, aún
puedo hacerla cada momento de práctica y de recordatorio durante el día. “Te entrego este instante santo”. Cada
instante puede ser un instante santo. Intentemos recordarlo hoy tan a menudo
como podamos. Cada vez que lo hagamos, recordemos entregarle el instante al
Espíritu Santo para que Él lo haga santo. O más bien, vamos a entregárselo a Él
para Sus propósitos en reconocimiento de que es santo.
Tal como la Introducción a esta lección hacía
hincapié:
La meta que se nos ha asignado es la de perdonar al mundo. Ésa es la
función que Dios nos ha encomendado. (L.Fl.In.3:2-3)
Ése es
el propósito del Espíritu Santo, y cada instante que se Le entrega lo usa para
ese propósito: perdonar al mundo. “Nuestra función es recordarlo a Él aquí en la tierra” (L.Fl.In.4:1). Le recordamos al perdonar:
“Pues todo aquello que perdonamos es parte de Dios Mismo” (L.Fl.In.3:5).
Nuestros hermanos son nuestros salvadores, al perdonarles, recordamos a Dios.
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=geKMzDvW1R4
No hay comentarios:
Publicar un comentario