“Mi
santidad envuelve todo lo que veo”
“Mi
santidad bendice al mundo”
“No
hay nada que mi santidad no pueda hacer”
“Mi
santidad es mi salvación”
“Soy
bendito por ser un Hijo de Dios”
LECCIÓN 58
Hoy vamos a repasar las siguientes ideas:
1. (36) Mi santidad envuelve todo lo
que veo.
2De mi santidad procede la percepción del mundo
real. 3Habiendo perdonado, ya no me considero culpable. 4Puedo
aceptar la inocencia que es la verdad con respecto a mí mismo. 5Cuando
veo el mundo con los ojos del entendimiento, sólo veo su santidad porque lo
único que puedo ver son los pensamientos que tengo acerca de mí mismo.
2. (37) Mi santidad bendice al mundo.
2La percepción de mi santidad no me bendice
únicamente a mí. 3Todas las personas y todo cuanto veo en su luz
comparten la dicha que mi santidad me brinda. 4No hay nada que esté
excluido de esta dicha porque no hay nada que no comparta mi santidad. 5A medida que reconozca mi
santidad, la santidad del mundo se alzará resplandeciente para que todos la
vean.
3. (38) No hay nada que mi santidad no
pueda hacer.
2El poder curativo de mi santidad es ilimitado porque
su poder para salvar es ilimitado. 3¿De qué me tengo que salvar,
sino de las ilusiones? 4¿Y qué son las ilusiones sino falsas ideas
acerca de mí? 5Mi santidad las desvanece a todas al afirmar la
verdad de lo que soy. 6En presencia de mi santidad, la cual comparto
con Dios Mismo, todos los ídolos desaparecen.
4. (39) Mi santidad es mi salvación.
2Puesto que mi santidad me absuelve de toda
culpa, reconocer mi santidad es reconocer mi salvación. 3Es también
reconocer la salvación del mundo. 4Una vez que haya aceptado mi
santidad, nada podrá atemorizarme. 5Y al no tener miedo, todos
compartirán mi entendimiento, que es el regalo que Dios me hizo a mí y al mundo.
5. (40) Soy bendito por ser un Hijo de
Dios.
2En esto reside mi derecho a lo bueno y sólo a
lo bueno. 3Soy bendito por ser un Hijo de Dios. 4Todo lo
que es bueno me pertenece porque así lo dispuso Dios. 5Por ser Quien
soy no puedo sufrir pérdida alguna, ni privaciones ni dolor. 6Mi
Padre me sustenta, me protege y me dirige en todo. 7El cuidado que
me prodiga es infinito y eterno. 8Soy eternamente bendito por ser Su
Hijo.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
LECCIÓN
58 – 27 FEBRERO
Repaso
de las Lecciones 36 a 40
“Mi
santidad envuelve todo lo que veo”
“Mi
santidad bendice al mundo”
“No
hay nada que mi santidad no pueda hacer”
“Mi
santidad es mi salvación”
“Soy
bendito por ser un Hijo de Dios”
Instrucciones para
la práctica
Propósito:
Repasar
las lecciones y así dejar que se adentren en un nivel más profundo. También,
ver la relación entre ellas y lo entrelazado que está el sistema de pensamiento
al que se te está llevando.
Ejercicios:
Tan
a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante al
menos dos minutos.
- Solo y en un lugar tranquilo, lee una de las cinco lecciones y los comentarios relacionados. Fíjate en que los comentarios como si fueran tus propios pensamientos sobre la idea. Intenta imaginarte que son tus propias palabras. Te ayudará introducir tu nombre a menudo. Esto te preparará para la fase siguiente, en la que tú mismo produces pensamientos semejantes.
- Cierra los ojos y piensa en la idea y en los comentarios. Concretamente piensa en la idea central del párrafo del comentario. Reflexiona sobre ella. Deja que surjan pensamientos relacionados (utilizando el entrenamiento que has recibido en esa práctica). Si tu mente se distrae, repite la idea y luego vuelve a reflexionar sobre ella. Éste es el mismo ejercicio básico de la Lección 50, en el que activamente piensas sobre las ideas para dejar que se adentren más profundamente en tu mente.
Observaciones:
- Al comienzo y al final del día lee las cinco lecciones.
- A partir de entonces, haz una lección por sesión de práctica, el orden no importa.
- Haz cada lección por lo menos una vez.
- Cumplido eso, concéntrate en una lección determinada si es la que más te atrae.
Comentario
“La inocencia… es la verdad
con respecto a mí mismo” (1:4). Yo realmente no lo creo. Quiero creerlo, y puedo decir
que lo creo; pero si realmente lo creyera, pienso que no estaría aquí. Al menos
no estaría viendo el mundo de la manera que lo veo, porque el modo en que veo
el mundo procede del modo en que me veo a mí mismo. “Lo único que puedo ver son
los pensamientos que tengo acerca de mí mismo” (1:5). Por eso, si realmente
creyera en mi inocencia, todo lo que vería sería inocencia por todas partes.
Santidad.
Por esta razón, aceptar la
Expiación para mí mismo, salva al mundo. Si puedo aceptar mi propia inocencia,
todo lo que veré es inocencia. A menudo nos confundimos sobre quién perdona
primero. ¿Perdono primero a otros, y luego veo mi propia inocencia? ¿O me
perdono a mí mismo, permitiéndome así ver a los otros inocentes? La respuesta a
ambas preguntas es “Si”.
¿Cómo pueden contestarse las
dos preguntas “Si”? Porque “yo mismo” y “los otros” no somos realmente dos,
somos uno. El pecado que veo en otros es siempre el mío propio, proyectado
desde mi mente (T.31.II.1:5). Cuando perdono a “otros” estoy realmente
perdonando mis propios pecados. Cualquier
acto de perdón, sea dirigido hacia fuera o hacia dentro, tiene como resultado
que todo el mundo es perdonado.
De este modo, cuando percibo
mi santidad, he bendecido a todo el mundo. La santidad que veo en mí mismo,
cuando la veo, es algo compartido por todo el mundo. A medida que mi propia
inocencia se alza en mi mente, la santidad de todo el mundo se alza al mismo
tiempo.
La inocencia, o santidad, es
un tema importantísimo del Curso. “Todo el mundo tiene un papel especial en la
Expiación, pero el mensaje que se le da a cada uno de ellos es siempre el
mismo: El Hijo de Dios es inocente”
(T.14.V.2:1). “El contenido del curso, no obstante, nunca varía. Su tema
central es siempre: ‘El Hijo de Dios es inocente, y en su inocencia radica su
salvación’” (M.1.3:4-5). Es un mensaje de absoluta inocencia, completa
inocencia, inocencia universal, sin dejar a nadie ni a nada fuera de ella. No
se condena a nadie. No se juzga a nadie como culpable. Nadie es castigado.
“Puesto que mi santidad me
absuelve de toda culpa, reconocer mi santidad es reconocer mi salvación. Es
también reconocer la salvación del mundo” (4:2-3). Como un Hijo de Dios yo soy
santo, y por eso soy bendito. Pero si yo soy un Hijo de Dios, tú también lo
eres, también lo es todo el mundo,
porque soy un Hijo de Dios no por mi propio mérito ni por ningún logro que me
diferencie de los demás, sino simplemente debido al hecho de que Dios me creó
santo. A medida que reconozca este hecho sobre mí mismo, tengo que incluir a todos
los que Dios creó, o me quedo excluido junto con todos los demás.
Mi derecho a la inocencia, y
a “todo lo bueno y sólo lo bueno” (5:2), reside en el hecho de que soy el Hijo de Dios. Dios quiere
todas las cosas buenas para mí y por lo tanto debo tenerlas, no porque me las
haya merecido de algún modo, sino porque Él quiere darlas. “El cuidado que me
prodiga es infinito y eterno. Soy eternamente bendito por ser Su Hijo” (5:7-8).
No importa lo que yo piense
de mí mismo o que piense que lo he estropeado todo: todavía soy Su Hijo.
Todavía soy inocente. Todavía soy santo.
“Recuerda esto: pienses lo
que pienses de ti mismo, pienses lo que pienses del mundo, tu Padre te necesita
y te llamará hasta que por fin regreses a Él en paz”. (Canción de la Oración
3.IV.10.7)
“Ten fe en lo que sigue a
continuación, y ello será suficiente: la Voluntad de Dios es que estés en el
Cielo, y no hay nada que te pueda privar del Cielo o que pueda privar al Cielo
de tu presencia. Ni tus percepciones falsas más absurdas, ni tus imaginaciones
más extrañas ni tus pesadillas más aterradoras significan nada. No prevalecerán
contra la paz que la Voluntad de Dios ha dispuesto para ti”. (T.13.XI.7:1-3)
AUIDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-58-audios-mp3_rf_3907670_1.html
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