LECCIÓN 63
La luz del mundo le brinda paz a todas las mentes a través de mi
perdón.
1. ¡Cuán santo eres tú que tienes el poder de brindar paz a todas las
mentes! 2¡Cuán bendito eres que puedes aprender a reconocer los
medios por lo que esto se puede lograr a través de ti! 3¿Qué otro
propósito podrías tener que pudiese brindarte mayor felicidad?
2. Ciertamente eres la luz del mundo con semejante función. 2El
Hijo de Dios apela a ti para su redención. 3En tus manos está poder
concedérsela porque te pertenece. 4No aceptes en su lugar ningún
propósito trivial ni ningún deseo insensato; o te olvidarás de tu función y
dejarás al Hijo de Dios en el infierno. 5No se te está haciendo una
petición vana. 6Se te está pidiendo que aceptes la salvación, para
que así la puedas dar.
3. Puesto que reconocemos la importancia de esta función, estaremos más que
dispuestos a recordarla tan a menudo como nos sea posible a lo largo del día. 2Empezaremos
el día reconociendo nuestra función y lo concluiremos pensando en ella. 3Repetiremos
lo siguiente tantas veces como nos sea posible en el transcurso del día:
4La luz del
mundo le brinda paz a todas las mentes a través de mi perdón.
5Yo soy el
instrumento que Dios ha designado para la salvación del mundo.
4. Si cierras los ojos probablemente te resultará más fácil dejar que acudan
a tu mente pensamientos afines, durante el minuto o dos que debes dedicar a
reflexionar sobre esto. 2No obstante, no esperes a que se presente
tal oportunidad. 3No se debe perder ni una sola ocasión para
reforzar la idea de hoy. 4Recuerda que el Hijo de Dios apela a ti
para su salvación. 5¿Y quién
sino tu Ser es el Hijo de Dios?
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de Robert Perry y Allen Watson
“La luz del mundo
le brinda paz a todas las mentes
a través de mi
perdón”
Instrucciones para
la práctica
Propósito:
Ponerte
en contacto con el poder de llevar paz a todo el mundo, reconocer los medios
con los que puedes hacerlo, y experimentar la felicidad que proviene de ello.
Ejercicio:
Tan
a menudo como puedas (sugerencia: cada hora, a la hora en punto), durante uno o
dos minutos.
- Dite a ti mismo: “La luz del mundo le brinda paz a todas las mentes a través de mi perdón. Yo soy el instrumento que Dios ha designado para la salvación del mundo”.
- Luego usa la práctica que has estado haciendo últimamente: Piensa en las afirmaciones y deja que vengan pensamientos relacionados. Si tu mente se distrae, repite la idea.
Observaciones:
Las
observaciones sobre cerrar los ojos se mantienen para todas las sesiones de
práctica más cortas en el Libro de Ejercicios (excepto las de los ojos
abiertos). La razón es sencilla. Por una parte, te beneficiarás más si cierras
los ojos, porque te permitirá mayor atención. Por otra parte, si esperas hasta
que la situación te permita cerrar los ojos, eso perjudicará a la frecuencia de
tu práctica. Así que, cierra los ojos si la situación lo permite; si no, hazla
con los ojos abiertos.
Al igual que ayer se nos dice que seamos felices para practicar por la mañana, por la noche y durante
el día. Esto se debe a que esta práctica nos pondrá en contacto con nuestra
función, y nuestra función es la fuente de nuestra felicidad. Al igual que en
la Lección 61, las sesiones de práctica al comienzo y al final del día puedes
alargarlas si quieres.
Comentario
¿Has recibido alguna vez el
verdadero perdón? No hay nada tan liberador, nada que alivie tanto la mente
como ser perdonado de verdad. Si creo que puedo haber ofendido a alguien o
causado algún daño con lo que he dicho o hecho, y me responden con verdadero
perdón y me ven incluso mejor que lo que yo me veo a mí mismo, eso le da una
paz increíble a mi mente. Eso alivia las punzadas de mi culpa. Hay una
sensación de amor hacia la otra persona, una alegría de que nuestra relación no
se ha dañado sino quizá mejorado.
Tú y yo tenemos el poder de
llevar esa paz a todas las mentes. Ésa es nuestra función Podemos permitir que
esto se logre a través de nosotros (1:2). ¡Qué propósito más maravilloso le da
esto a nuestra vida: llevar paz a todas las mentes a través de nuestro perdón!
Podemos liberar a todos a nuestro alrededor del infierno de su propia culpa.
“No aceptes en su lugar
ningún propósito trivial ni ningún deseo insensato, o te olvidarás de tu
función y dejarás al Hijo de Dios en el infierno” (2:4). Cuando aceptamos un
propósito menor, inevitablemente olvidamos el principal. Por ejemplo, podemos
estar intentando hacer que alguien actúe de un modo que nos guste, para nuestro
propio placer personal. Podemos tener expectativas acerca de lo que alguien
debería hacer o decir. Estos propósitos menores pueden hacer que nos olvidemos
por completo de nuestra verdadera función de perdonar, y echarle más culpa a la
persona cuando no satisface nuestras expectativas.
Necesitamos practicar esta
idea cuidadosamente, tan a menudo como podamos, para reforzarla en nuestra mente:
“Yo soy el instrumento que Dios ha designado para la salvación del mundo”
(3:5). El perdón fluye a través de mí y le lleva paz a todas las mentes con las
que me encuentro hoy, ¡que recuerde no impedir que fluya!
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
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