LECCIÓN 118
Para
los repasos de mañana y noche:
1. (105) Mías
son la paz y la dicha de Dios.
2Hoy aceptaré la paz y la dicha de Dios en grato
intercambio por todos los sustitutos de la felicidad y de la paz que yo mismo
inventé.
2. (106) Déjame
aquietarme y escuchar la verdad.
2Permite que mi débil voz se acalle, para poder
oír así la poderosa Voz de la Verdad Misma asegurarme que yo soy el perfecto
Hijo de Dios.
3. A la hora en punto:
2Mías son la paz y la dicha de Dios.
3Media hora más tarde:
4Déjame aquietarme y escuchar la verdad.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN
118 - 28
ABRIL
(105) Mías son la paz y la dicha de Dios.
(106) Déjame aquietarme y escuchar la verdad.
Instrucciones
para la práctica
Ver las instrucciones del
Tercer Repaso
Comentario
Los substitutos que me he
inventado son lo que me impide aceptar la paz y la dicha de Dios. Ya tengo la paz y la dicha de Dios, pero mi
ego ha decidido que no son suficientes. Como el Curso dice, quiero “más que lo
que lo es todo” (T.29.VII.2:3), mi propia plenitud no es suficiente. La sección
del Texto dice realmente que buscar “más que lo que lo es todo” lo demuestra el
hecho de que estoy en este mundo. “No hay nadie que venga aquí que no abrigue
alguna esperanza, alguna ilusión persistente o algún sueño de que hay algo
fuera de sí mismo que le puede brindar paz y felicidad” (T.29.VII.2:1). “La
felicidad y la paz” es lo que estoy buscando, pero fuera de mí mismo. He negado
que están dentro de mí, donde Dios las puso.
Para encontrar la paz y la
dicha que están dentro de mí y son mías, tengo que “cambiar” todos los
substitutos que me he inventado. Tengo que dejar de buscar la felicidad fuera
de mí mismo. Según mi experiencia, eso no es fácil. Parece suceder poco a poco,
con el paso del tiempo. Poco a poco aprendemos que lo que estamos buscando en
el mundo no está ahí, no de manera que dure. Al mismo tiempo, poco a poco,
empezamos a tener pequeñas experiencias de nuestra dicha y paz internas. Cuando
empezamos a comparar las dos experiencias, resulta muy claro que la paz y la
dicha de nuestro interior son mucho más seguras y satisfactorias que lo que
procede de fuera. Puede que por un tiempo intentemos tener las dos, pero no
funciona. Finalmente las abandonaremos, y regresaremos a los brazos de Dios.
Finalmente aceptaremos la paz y la dicha de Dios.
Mi voz sigue intentando
decir cómo deberían ser las cosas. Básicamente, el Curso nos dice que dejemos
de escuchar nuestro propio consejo. Tenemos que dejar de pensar que tenemos el
control, que sabemos lo que hay que hacer y lo que se necesita, y tenemos que
aprender a escuchar. Como una persona que se está ahogando, nuestros propios
esfuerzos para salvarnos a nosotros mismos son el mayor obstáculo para nuestro
Salvador. Necesitamos confiar en Él, relajarnos y dejarnos llevar.
El mejor modo que conozco de
hacer esto es practicarlo. Simplemente sentarse durante cinco, diez, quince
minutos (lo que pida la lección, lo que nos parezca bien) y, después de repasar
la idea del día por un momento, sólo aquietarnos y permanecer en silencio.
Muchos días parece enormemente difícil aquietarme y estar en silencio. En el
instante en que lo intento, mi mente empieza a recordarme cosas: “No olvides
hacer esa llamada de teléfono. Necesitas yogur del supermercado. ¿Qué vas a
hacer acerca de tu relación con...? Esta semana no has hecho la colada. Tienes
exceso de peso y te vas a morir”. Respiro profundamente. Una y otra vez, sigo
respirando lenta y profundamente. Repito las palabras de la lección: “Déjame
aquietarme y escuchar la verdad” (2:1). O digo al Espíritu Santo: “¡Ayúdame!”
Dejo que los pensamientos vengan y se vayan. Me hago a un lado, los observo, e
intento no dejarme arrastrar por ellos. Y escucho, quizá me lleguen algunas
palabras de mi Maestro. Y a veces, me llegan. A veces me quedo muy quieto, y el
parloteo de mis pensamientos se calma, si no completamente por lo menos a un
murmullo apagado de fondo, como un montón de gente en un restaurante concurrido
a la que no presto atención. Practico aquietarme y escuchar. No sé tú, pero
pienso que es un ejercicio que merece la pena hacerlo. A veces, incluso me
sostiene durante el día, y me encuentro escuchando Su Voz y no a mí mismo
durante el día. Y de eso se trata.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
VIDEO Mich Gaymard
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