LECCIÓN 224
Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo.
1. Mi verdadera Identidad es tan invulnerable, tan
sublime e inocente, tan gloriosa y espléndida y tan absolutamente benéfica y
libre de culpa, que el Cielo la contempla para que ella lo ilumine. 2Ella
ilumina también al mundo. 3Mi verdadera Identidad es el regalo que
mi Padre me hizo y el que yo a mi vez le hago al mundo. 4No hay otro
regalo, salvo éste, que se puede dar o recibir. 5Mi verdadera
identidad y sólo Ella es la realidad. 6Es el final de las ilusiones.
7Es la verdad.
2. Mi nombre, ¡oh Padre!, todavía te es conocido. 2Yo lo he
olvidado, y no sé adónde me
dirijo, quién soy, ni qué es lo que debo hacer. 3Recuérdamelo
ahora, Padre, pues estoy cansado del mundo que veo. 4Revélame
lo que Tú deseas que vea en su lugar.
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 224
- 12 AGOSTO
“Dios es mi
Padre y Él ama a Su Hijo”
Instrucciones para la práctica
Ver las
instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del
Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Estas
lecciones nos están ayudando a recordar quiénes somos: el Hijo de Dios. Lo que
somos es una Identidad que está mucho más allá de lo que nos podemos imaginar,
“tan sublime… que el Cielo la contempla para que ella lo ilumine” (1:1). En la
Lección 221 permanecíamos en silencio esperando a Dios “para oírle hablar de lo
que nosotros somos” (L.221.2:6). En la 222, aprendimos que lo que somos existe
en Dios. En la 223, reconocíamos que no estamos separados, sino que existimos
en perfecta unión con Dios. Y ahora, recordamos nuestra verdadera Identidad: Su
Hijo. Nuestra identidad “es el final de las ilusiones. Es la verdad” (1:6-7).
La
verdad de lo que somos es el final de todas las ilusiones. O, dicho de otra
manera, un error acerca de lo que somos es la causa de todas las ilusiones. Lo
hemos olvidado, pero en estos momentos de quietud con Dios, Le pedimos que nos
lo recuerde, que nos revele esa Identidad. Nuestra Identidad es “sublime e inocente,
tan gloriosa y espléndida y tan absolutamente benéfica y libre de culpa…”
(1:1). Al leer estas palabras, date cuenta de que nuestra mente consciente lo
pone en duda de inmediato, al instante retrocedemos ante el atrevimiento de
decir tal cosa. Esto nos demuestra cuánto nos hemos engañado a nosotros mismos,
lo bien que nos hemos aprendido nuestras propias mentiras. Sin embargo algo
dentro de nosotros, al oír estas palabras, empieza a cantar. Algo dentro de
nosotros reconoce la melodía del Cielo y empieza a tararearla al mismo tiempo.
Escucha esa melodía. Ponte en contacto con ella. Es tu Ser que responde a la
llamada de Dios. Dilo: “Dios es mi Padre y Él ama a Su Hijo”.
¿Qué es el perdón?
(Parte 4)
L.pII.1.2:3-4
El
pensamiento que no perdona “protege la proyección” (2:3). Nuestra mente,
atormentada con su propia culpa, ha proyectado la culpa de nuestra propia
condición fuera de nosotros mismos. Hemos encontrado un chivo expiatorio, como
Adán hizo con Eva: “La mujer me dio la fruta para que la comiera. Es culpa
suya”. Y así nos aferramos a nuestra falta de perdón, queremos encontrar culpa en el otro, porque perdonar y abandonarla
sería abrir la puerta del armario que oculta nuestra culpa.
Cuando
más nos aferramos a la falta de perdón, más nos cegamos a nosotros mismos.
Cuanto más sólidas parecen ser nuestras proyecciones ilusorias, más imposible
nos parece verlas de otra manera. Las deformaciones que le imponemos a la
realidad se hacen “más sutiles y turbias” (2:3). Nuestras propias mentiras se
hacen cada vez más difíciles de ver, “menos susceptibles de ser puestas en
duda” (2:3). Todo lo que se nos pide que hagamos es que las pongamos en duda,
que pongamos en duda nuestras proyecciones para escuchar a la razón. La falta
de perdón le bloquea el camino y refuerza nuestras propias cadenas.
Vemos
culpa en otros porque queremos verla
ahí (2:4), y queremos verla ahí porque nos evita verla en nuestra propia mente.
Y sin embargo, ver la culpa en nosotros mismos es el único modo en que puede sanarse.
Si negamos que estamos enfermos, no buscaremos el remedio. Si negamos nuestra
propia culpa y la proyectamos en otros, no iremos a la Presencia sanadora
dentro de nosotros, que es el único lugar donde puede ser deshecha. Si nuestra
mente está cerrada, si no estamos dispuestos a poner en duda nuestra versión de
las cosas, estamos cerrando la puerta a nuestra propia sanación. Únicamente al
abrir nuestra mente, al soltar nuestro aferramiento a encontrar errores en
otros, al admitir que “tiene que haber un camino mejor” (T.2.III.3:6), podemos encontrar
nuestra propia liberación.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-224-audios-mp3_rf_4932585_1.html
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=SBabXSramwE
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