LECCIÓN 237
Ahora quiero ser tal como Dios me creó.
1. Hoy aceptaré la verdad acerca de mí mismo. 2Me
alzaré glorioso, y dejaré que la luz que mora en mí irradie sobre el mundo
durante todo el día. 3Le traigo al mundo las buenas nuevas de la
salvación que oigo cuando Dios mi Padre me habla. 4Y contemplo el mundo que Cristo quiere que yo vea,
consciente de que pone fin al amargo sueño de la muerte; consciente de que es
la llamada que mi Padre me hace.
2. Cristo se convierte hoy en
mis ojos, y en los oídos que escuchan hoy la Voz que habla por Dios. 2Padre, vengo a
Ti a través de Aquel que es Tu Hijo, así como mi verdadero Ser. 3Amén.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 237
- 25 AGOSTO
“Ahora
quiero ser tal como Dios me creó”
Instrucciones para la práctica
Ver las
instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del
Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Estas
lecciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios parecen todas intentar
que nos demos cuenta de Quién o Qué somos realmente. Como dice la Introducción:
El libro de ejercicios está dividido en dos secciones principales. La
primera está dedicada a anular la manera en que ahora ves, y la segunda, a
adquirir una percepción verdadera.
(L.In.3:1)
Así que
la importancia de toda esta parte del Libro de Ejercicios, las últimas 145
lecciones, está dedicada a la verdadera percepción. Se da por sentado que por
fin el lector se ha dado cuenta del sistema de pensamiento en su vida, aunque
no da por sentado que se ha deshecho el ego completamente. Si ése fuera el
caso, no se necesitarían más lecciones.
Lo que
estamos haciendo en estas últimas lecciones es poner en práctica el lado
positivo del Curso, e intentar aplicarlo. “Ahora quiero ser tal como Dios me creó”. El propósito no es sólo
entender la idea y guardarla en la carpeta: “Hechos: la naturaleza humana, la
verdad”, sino ser el Hijo de Dios,
haciéndome consciente de esta verdad a lo largo del día, y viviendo de acuerdo
con ella.
“Me
alzaré glorioso” (1:2). Cada día puedo empezarlo en gloria. Brillando,
extendiendo luz hacia fuera. Según el diccionario, gloria significa “belleza y
esplendor majestuosos y resplandecientes”. No es una palabra que asociemos con
nosotros fácilmente. Hoy puedo hacer un esfuerzo consciente para darme cuenta
de esta gloria. Soy un ser resplandeciente. La luz del amor se extiende desde
mí hacia fuera para bendecir al mundo. Me sentaré un instante en silencio,
imaginándomelo, dándome cuenta de mi resplandor.
Según
voy pasando el día:
… dejaré que la luz que mora en mí irradie sobre
el mundo durante todo el día. Le traigo al mundo las buenas nuevas de la
salvación que oigo cuando Dios mi Padre me habla. (1:2-3)
Esto
está relacionado con ser, no con
hacer. Está relacionado con irradiar, no con hablar. Enseñamos paz siendo pacíficos, no hablando de ello.
Si estoy alegre, relajado, amoroso y acepto a aquellos que están a mi
alrededor, mi actitud hablará más alto y más claro que mis palabras.
Así
que, en este día, mientras trabajo y me relaciono con amigos, estaré radiante.
Soy tal como Dios me creó, por eso yo soy
radiante, no tengo que hacer nada para ser resplandeciente. Todo lo que
necesito es darme cuenta de que mis pensamientos harían borrar ese resplandor,
y elegir lo contrario.
En
cierto sentido esto sustituye a la lección anterior en la que Le preguntaba al
Espíritu Santo dónde ir, qué hacer y qué decir. Ahora la importancia está en lo
que soy. Realmente no importa mucho a dónde vaya, lo que haga o lo que diga,
siempre que yo actúe como el ser que Dios creó, en lugar de mi ser separado e
independiente.
Vengo a
ver “el mundo que Cristo quiere que yo vea” (1:4), y lo veo como “la llamada
que mi Padre me hace” (1:4). Visto a través de los ojos de Cristo, el mundo
puede ser una llamada constante a ser
lo que soy, a brillar, a extender Su Amor, a ser Su Respuesta al mundo.
¿Qué es la salvación? (Parte 7)
L.pII.2.4:1
Si el
altar a Dios está dentro de mí, pero permanece en gran parte oculto de mi
consciencia, lo que tengo que hacer es acudir “diariamente a este santo lugar”
(4:1). Ésta es la práctica del instante santo que recomienda el Texto
(T.15.II.5,6; T.15.IV), apartarnos voluntariamente de nuestras actividades
rutinarias para llevar nuestra mente a este santo lugar, con Jesús a nuestro
lado (“Acudamos diariamente a este santo lugar y pasemos un rato juntos”
(4:1)). Me parece que Jesús aquí nos está pidiendo que todos los días pasemos
un rato con él en la Presencia de Dios, si estás abierto a ello. Si de algún
modo no te sientes cómodo con la figura de Jesús, imagínate un guía espiritual
desconocido y que representa a tu Ser más noble. Con él o ella entras en este
templo, te mantienes ante el altar y pasas allí un rato en unión con Dios.
Tenemos
que formar el hábito de traer nuestra mente al instante santo, recordándonos a
nosotros mismos la presencia de Jesús (o del Espíritu Santo), recordando este
altar a Dios dentro de nosotros, con Su Palabra escrita sobre él (3:4). Pienso
que esa Palabra es la Palabra de la salvación, la promesa que Él nos hizo de
que encontraríamos el camino a Él (1:1). Es el Pensamiento de la Paz, que
sustituirá a todos nuestros pensamientos de conflicto. Este lugar de encuentro
es donde sentimos que no se ha roto la comunicación entre nosotros y Dios. Aquí
es donde nos sumergimos en la corriente de Amor que fluye constantemente entre
el Padre y el Hijo.
El
Capítulo 14, Sección VIII del Texto describe este santo lugar de encuentro, y
dice:
Todo ello se encuentra a salvo dentro de ti, allí donde refulge el
Espíritu Santo. Y Él no refulge donde hay división, sino en el lugar de
encuentro donde Dios, unido a Su Hijo le habla a Su Hijo a través de Él. La
comunicación entre lo que no puede ser divido no puede cesar. En ti y en el
Espíritu Santo reside el santo lugar de encuentro del Padre y del Hijo, Quienes
jamás han estado separados. Ahí no es posible ninguna clase de interferencia en
la comunicación que Dios Mismo ha dispuesto tener con Su Hijo. El amor fluye
constantemente entre Padre e Hijo sin interrupciones ni hiatos tal como Ambos disponen
que sea. Y por lo tanto, así es.
(T.14.VIII.2:10-16)
Y así es. Esto
es lo que quiero conocer y sentir cada día, al venir a este lugar. Aquí traigo
mi culpa y mi miedo y los deposito, aceptando la Expiación para mí mismo. Aquí
mi mente renueva su contacto con su Fuente. Aquí vuelvo a descubrir la unión
sin fin que es mía, mi herencia como Hijo de Dios. Aquí desaparecen mis
pesadillas, y respiro el aire fragante del Cielo y del Hogar.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-237-audios-mp3_rf_5039407_1.html
VIDEO Mich Gaymard:
http://www.michelgaymard.com/site/leccion-237-ahora-quiero-ser-tal-como-dios-me-creo/
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