LECCIÓN 248
Lo que sufre no forma parte de mí.
1. He abjurado de la verdad. 2Permítaseme ahora ser igualmente
firme y abjurar de la falsedad. 3Lo que sufre no forma parte de mí. 4Yo
no soy aquello que siente pesar. 5Lo que experimenta dolor no es
sino una ilusión de mi mente. 6Lo que muere, en realidad nunca
vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo. 7Ahora
abjuro de todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca
del santo Hijo de Dios. 8Ahora estoy listo para aceptarlo nuevamente
como Dios lo creó, y como aún es.
2. Padre, mi viejo amor por Ti retorna, y me permite también amar nuevamente a Tu
Hijo. 2Padre, soy tal como Tú me creaste. 3Ahora
recuerdo Tu Amor, así como el mío propio. 4Ahora comprendo que
son uno.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 248
- 5 SETIEMBRE
“Lo que
sufre no forma parte de mí”
Instrucciones para la práctica
Ver las
instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del
Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
El
título de esta lección me resulta interesante porque acabo de terminar de
escribir un artículo sobre nuestra identidad equivocada, y la necesidad que
dice el Curso que tenemos de separarnos
de nuestro ego. (No, el Curso no siempre pone un efecto negativo a la palabra
separación. Por ejemplo, ver T.22.II.6:1). La lección afirma que lo que sufre
realmente no forma parte de mí en absoluto. Esto debe ser verdad si yo soy el
Hijo de Dios, y el Hijo de Dios “no puede sufrir” (L.244.1:3). Lo que yo soy no
puede sufrir, por lo tanto, “lo que sufre no forma parte de mí”.
Ahora,
seamos honestos. Si por un momento pensamos en el sufrimiento, de diferentes
clases, que hemos experimentado en nuestra vida, hay una cosa muy segura:
estábamos completamente convencidos de que estábamos sufriendo. No una parte
que ni siquiera es parte de nosotros, sino que estábamos sufriendo nosotros. Por poner un ligero ejemplo,
cuando cojo la gripe, me siento fatal.
No es otro el que se siente fatal, no es algo que yo crea separado o
distinto de mí (¡aunque he deseado que lo fuera!). Eso es lo que parece. ¿Demuestra esto que el Curso está
equivocado? ¿O es una prueba de lo completamente identificados que todavía
estamos con nuestro ego y con nuestro cuerpo?
La
lección nos pide que empecemos a aprender a separarnos de nuestro ego y de
nuestro cuerpo. “He abjurado de la verdad. Permítaseme ahora ser igualmente
firme y abjurar de la falsedad” (1:1-2).
Luego
sigue una serie de afirmaciones en las que a propósito diferenciamos nuestro
Ser de lo que siente distintas cosas a las que el Curso considera ilusorias: el
sufrimiento, la pena, el dolor y la muerte. La frase acerca de la muerte es muy
clara y rotunda: “Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de
la verdad con respecto a mí mismo” (1:6).
Es
especialmente difícil practicar esta
lección cuando estamos sufriendo. Sin embargo, si estamos dispuestos,
sorprendentemente puede ser un gran consuelo. Por ejemplo, si tengo una gran
pena y soy capaz de decir: “Lo que siente pena no forma parte de mí”, puede ser
útil. Date cuenta de que esto no es
negación en sentido negativo. No estoy diciendo: “No siento pena”. Estoy diciendo:
“Lo que sufre” (y reconozco que hay
sufrimiento) “no forma parte de mí”. No estoy negando la pena, estoy
negando que la pena sea parte de mí. Estoy reconociendo que la cosa que está
sintiendo pena no es quien yo soy realmente, es una imagen falsa de mí mismo,
una ilusión de mi mismo con la que me he identificado, pero que no soy yo
verdaderamente. Cuando la pena es tan grande que parece que va a devorarme, la
comprensión de que “Lo que sufre no
forma parte de mí” puede ser tranquilizadora. Y ciertamente al
enfrentarnos a la muerte física, puede ser tranquilizador saber que lo que
muere no soy yo.
Esta negación de la falsedad, esta negación de
“todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo
Hijo de Dios” (1:7), nos prepara para dar la bienvenida a nuestro verdadero
Ser. Cuando me doy cuenta de que ninguna de estas cosas tenebrosas afecta a
Quien yo realmente soy, “mi viejo amor por Ti (Dios) retorna” (2:1). Ese amor
queda oculto cuando creo que lo que sufre soy
yo, conscientemente o sin darme cuenta culpo a Dios por mi sufrimiento, y no
puedo encontrar mi verdadero amor por Él. Por debajo del nivel consciente, cada
sufrimiento, pena y dolor que sentimos en este mundo, se pone a los pies de
Dios y apuntamos un dedo acusador a Él. Pensamos que eso es lo que Él quería
para nosotros. Cuando empezamos a romper nuestra identificación con nuestro
cuerpo y nuestro ego, cuando empezamos a darnos cuenta de que nuestro Ser no
sufre, podemos recordar el Amor de Dios, y amarle nosotros a Él. “Soy tal como
Tú me creaste” (2:2), nada ha sufrido ningún daño. Nada se ha perdido. Dios
nunca ha estado enfado. Y podemos unir nuestro amor con el de Dios y comprender
que son uno (2:4).
¿Qué es el mundo?
(Parte 8)
L.pII.3.4:3-5
Así
que, en lugar de aceptar las pruebas de nuestros sentidos, la “prueba” que el
ego quiere que veamos que estamos solos y separados, podemos volvernos y seguir
Su Luz, y ver el mundo tal como Él lo ve (4:3). Esto es la mayoría de las
veces, especialmente al principio, un asunto de ver como el ego ve, dándonos
cuenta de que es ilusorio, y luego pedir al Espíritu Santo que me ayude a verlo
de manera diferente. Algo sucede (por ejemplo alguien cercano a mí critica lo
que estoy haciendo) y al principio lo veo a través de los ojos del ego. Veo
ataque. Me siento herido. Me siento enfadado. Pero la Voz de Dios me habla y me
recuerda que “Nunca estoy disgustado por la razón que creo (L.5). Así que me
vuelvo a Él y Le digo: “De acuerdo, Espíritu Santo”. Y añado:
No conozco el significado de nada, incluido
esto.
No sé, por lo tanto, cómo responder a ello.
No me valdré de lo que he aprendido en el
pasado para que me sirva de guía ahora. (T.14.XI.6:7-9)
Y Le pido que me muestre lo que Él ve. Él siempre
ve todo como una expresión de amor o como una petición de amor, y las cuales
sólo pueden contestarse con amor. Si de verdad Le abro mi mente, y abandono la
manera en que veo la situación, Su visión reemplazará a lo que yo veo.
“Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla” (4:4). El
Espíritu Santo nos está hablando todo el tiempo, nos habla a través de nuestros
hermanos y a través de los acontecimientos de nuestras vidas. La petición de
ayuda de nuestros hermanos es la Voz del Espíritu Santo invitándonos a ser
nosotros mismos, a ser el Amor que somos. Detrás de cada ilusión está la Voz
que habla a favor de Dios, continuamente invitándonos a recuperar nuestra
Identidad y a responder como los salvadores del mundo que somos.
Él nos concederá la paz y la seguridad (4:5).
Nosotros las rechazamos, pero Él las mantuvo a salvo para nosotros, siempre que
estemos dispuestos a tenerlas de nuevo. Nuestra paz y seguridad no vendrán del
mundo, nunca han estado en el mundo y
nunca lo estarán. Sin embargo, vendrán de Su visión del mundo. “Cuando lo único
que desees sea amor no verás nada más” (T.12.VII.8:1). Si pasamos por alto
todas las pruebas del ego, y dejamos que el Espíritu Santo interprete todo lo
que vemos, veremos un mundo completamente distinto del que hemos estado viendo.
Y ese mundo, el mundo real, nos llenará de paz y seguridad.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-248-audios-mp3_rf_5334361_1.html
VIDEO Mich Gaymard:
http://www.michelgaymard.com/site/leccion-248-lo-que-sufre-no-forma-parte-de-mi/
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