LECCIÓN 268
Que todas las cosas sean exactamente como son.
1. No permitas que hoy sea Tu crítico, Señor, ni que juzgue contra Ti. 2No permitas que interfiera en Tu creación,
desfigurándola y convirtiéndola en formas enfermizas. 3Permítaseme estar dispuesto a no atacar su
unidad imponiéndole mis deseos, y así dejarla ser tal como Tú la creaste. 4Pues
de esta manera seré también capaz de reconocer a mi Ser tal como Tú lo creaste.
5Fui creado en el Amor y en el Amor he de morar para siempre. 6¿Qué podría asustarme si dejo que todas las
cosas sean exactamente como son?
2. Que nuestra vista no sea blasfema hoy, y que
nuestros oídos no hagan caso de las malas lenguas. 2Sólo la realidad está libre de dolor. 3Sólo en la realidad no se experimentan pérdidas. 4Sólo
la realidad ofrece completa seguridad. 5Y esto es lo único que buscamos hoy.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 268
- 25 SETIEMBRE
“Que todas
las cosas sean exactamente como son”
Instrucciones para la práctica
Ver las
instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del
Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Vista a
la luz del perdón, esta lección nos enseña que criticar lo que existe es juzgar y condenar a Dios. Dejar que todas las
cosas sean lo que son es una forma de perdón. Insistir en que las cosas sean
diferentes es juzgar y no perdonar. Como Paul Ferrini dice sabiamente en su
libro Del Ego al Ser: “Sólo cuando me
resisto a lo que está aquí, deseo lo que no está”.
Estamos
llenos de deseos acerca de cómo deberían ser las cosas. Todos estamos
descontentos con las cosas tal como son. ¿Está alguien contento con todas las
cosas de su vida?
Sin
embargo, esto es lo que nos aconseja esta lección. Podría parecer un consejo
cruel, tanto para mí como para el mundo que me rodea. Si vivimos en condiciones
desagradables (enfermos, atrapados en una relación destructiva, muriendo a
causa de una enfermedad, pasando apuros económicos, muy desgraciados), ¿cómo
podemos decir con honestidad: “Que
todas las cosas sean exactamente como son”? Parece decir algo horrible.
Si
vemos situaciones horribles a nuestro alrededor, en la familia, amigos, el
mundo, con personas en alguna de las situaciones que se han mencionado antes,
¿cómo podemos decir: “Que así sea”?
Nuestra
resistencia a decir estas palabras en tales circunstancias da testimonio de
nuestra firme creencia de que tales condiciones son reales. Si creemos que el
sufrimiento es real, ¡por supuesto que no queremos que continúe! No lo podemos
decir si lo que significa para nosotros es: “Que mi hermano se muera en dolor”,
o “Que mi marido siga bebiendo y pegándome”. ¡Por supuesto que no!
La
lección es sencillamente una llamada a recordar que las condiciones que vemos
no son reales. “Sólo en la realidad no se experimentan pérdidas” (2:3).Es una
llamada a recordar que “nada real puede ser amenazado” y que “nada irreal
existe” (T.In.2:2). No podemos decir: “Que todo sea como es” hasta que primero
reconozcamos que “todo” se refiere únicamente a lo que es real, únicamente a lo
que es de Dios. El resto es ilusión.
Decir:
“Que todas las cosas sean exactamente
como son”, es una afirmación de fe en que lo que parece ser dolor y
sufrimiento no está ahí realmente. Es una respuesta a la llamada de Dios, que
nos saca del mundo de las condiciones y nos lleva a la verdad sin condiciones.
Es una frase que se aplica, no al mundo que vemos con los ojos del cuerpo, sino
al mundo que podemos ver únicamente con los ojos de Cristo. Es una afirmación
de que queremos ver la realidad que hay detrás de todas las ilusiones de
sufrimiento.
No
significa que le demos la espalda a un hermano que está sufriendo y con dolor,
verle y cruelmente decir: “Que sea exactamente así”. Ése es el viejo error
cristiano de: “Es la Voluntad de Dios”. No es la Voluntad de Dios que suframos
y muramos. Pensar eso es creer que el error es real, y luego culpar a Dios por
ello.
Esta
lección habla de no ver ningún error.
No veas el error. No lo hagas real. Selecciona lo amoroso y perdona el
pecado, eligiendo en su lugar el rostro de Cristo. (Canción 2.I.3:3-5)
Decir:
“Que todas las cosas sean exactamente
como son”, es una afirmación de que las condiciones no necesitan cambiar
para que el amor sea real. Sólo el amor es real, sean cuales parezcan ser las
condiciones, eso es lo que estamos afirmando.
El
error, el dolor y el sufrimiento que vemos, no proceden de Dios. Por lo tanto,
no son reales. Es sólo una proyección de nuestra mente colectiva. Están ahí
porque hemos deseado ser diferentes a como Dios nos creó. Poner fin al deseo de
que nuestras condiciones sean diferentes es el comienzo de la desaparición de
la ilusión. Lo que se me pide es que renuncie a ser el creador del universo.
Pensamos que podemos cambiar esto y arreglar aquello, remendar tal cosa, y el
mundo será un lugar mejor. ¡Es nuestra intromisión en la realidad lo que lo ha
hecho como es! Es nuestra intromisión lo que tiene que terminar.
Mientras
estamos en el mundo de la ilusión, tenemos que actuar con sensatez. Si me corto
el dedo, no lo dejo sangrar de manera descuidada aunque sé que el mundo no es
real. No, le pongo una tirita. Sin embargo, al hacerlo, que me dé cuenta de que
lo que estoy haciendo es “magia”. Sólo estoy remendando la ilusión, y no es
realmente importante. Sólo contribuye a una ilusión más cómoda. Hacer que la
ilusión sea más cómoda está bien, pero en realidad carece de importancia.
Lo
mismo sirve para situaciones extremas. Supón que me estoy muriendo de cáncer.
Por supuesto que lo trato. La manera en que lo trato no importa. Puedo usar tratamiento
médico. Puedo intentar curarme con una dieta. Puedo hacer afirmaciones y
condicionamiento mental. Todo ello es magia, todo ello está remendando la
ilusión. Al final no importa si mi cuerpo muere o vive. “Que todas las cosas sean exactamente como son”
en esta circunstancia significa que “Lo que importa no es lo que le sucede al
cuerpo. Lo que importa es dar y recibir amor. No necesito librarme del cáncer
para ser feliz, lo que le sucede a mi cuerpo no afecta a lo que yo soy”.
Cuando
estoy enfermo, si continuamente insisto en que mi estado físico tiene que
cambiar para que yo sea feliz, estoy perpetuando el error que me enfermó. “Que
así sea” no significa que abandone todos mis esfuerzos por mejorar mi estado,
sino que significa que abandono todo mi empeño en el resultado. Significa que
no importa cómo evolucione y se manifieste el estado físico, descanso seguro de
que no puede perjudicar al bien final de todas las cosas.
La
lección 24 dice: “No percibo lo que más me conviene”. Decir: “Que así sea” es
el resultado natural de darnos cuenta de nuestra ignorancia. Actuando desde
nuestro limitado punto de vista, podemos intentar cambiar las condiciones, pero
al hacerlo, reconocemos que hay muchas cosas que no entendemos, muchas cosas
que todavía no hemos tenido en cuenta porque desde la perspectiva de una mente
separada no podemos verlo. Por eso hacemos lo que vemos que hay que hacer, pero
no nos apegamos al resultado, reconociendo que sean cuales sean nuestros
esfuerzos, los resultados están en manos de Dios, y las manos de Dios son
buenas manos. Como un ejemplo de esta actitud, orando en el Jardín de
Getsemaní Jesús dijo: “Padre mío, si
esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase Tu Voluntad” (Mt 26:39).
Desde su perspectiva como ser humano individual, Jesús no quería ser clavado a
una cruz. Desde su confianza en Dios, todavía podía decir: “Hágase en mí Tu
Voluntad”.
Es necesario que el maestro de Dios se dé cuenta, no de que no debe
juzgar, sino de que no puede. (M.10.2:1)
Decir:
“que así sea” es darse cuenta de esto, y afirmar que el juicio de Dios es
perfecto. No vamos a juzgar nada de lo que suceda. “Hoy no juzgaré nada de lo
que ocurra” (L.243). Eso significa que no juzgamos nada como malo, y que tampoco juzgamos nada como bueno. No
juzgamos en absoluto. Lo que es, es. “Que así sea”.
¿Qué es el cuerpo?
(Parte 8)
L.pII.5.4:3-4
Cuando
cambiamos el propósito de nuestro cuerpo del asesinato a los milagros, de la
búsqueda del infierno a la meta del Cielo, ¿cómo se hace esto en la práctica?
“El Hijo de Dios busca la mano de su hermano para ayudarlo a marchar por la
misma senda que él” (4:3). Es así de sencillo. Extendemos la mano para ayudar a
nuestro hermano. Ponemos la mano bajo su brazo cuando tropieza y le ayudamos a
caminar con nosotros hacia Dios. Somos los primeros en darle la bienvenida con
nuestra sonrisa. Abandonamos el orgullo y somos el primero que busca la
reconciliación en una relación dolida. Visitamos a un amigo enfermo. Nos
ayudamos el uno al otro.
Algunos
dicen que puesto que nuestra única responsabilidad es aceptar la Expiación para
nosotros mismos, no importan las acciones externas, que todo es mental. Yo
digo: “¡Qué va!” Aceptar la Expiación para uno mismo es la única
responsabilidad del “obrador de milagros”. Esto significa que si aceptas la
Expiación, obrarás milagros. Si no estás obrando milagros (llevando la sanación
a aquellos a tu alrededor), no estás aceptando la Expiación. Los dos van
juntos. Lee el párrafo en el que aparece la frase “la única responsabilidad” (T.2.V.5),
y date cuenta de lo que sigue a esa frase. Al aceptar la Expiación, tus errores
son sanados, y luego tu mente sólo puede curar. Al hacer esto,
… te colocas en una posición desde la que puedes eliminar
la confusión de niveles en otros. El mensaje que entonces les comunicas es el
hecho irrefutable de que sus mentes son igualmente constructivas.
(T.2.V.5:4-5, lee el párrafo entero)
Para ser un obrador de milagros tienes que aceptar la
Expiación para ti mismo; para sanar los errores de otros, primero tienes que
haber sanado los tuyos (M.18.4).
Si conoces la teología cristiana, esta confusión entre
sanar yo y sanar a otros es parecida al viejo argumento de la salvación por la
gracia y la salvación mediante acciones. La Biblia dice que hacer buenas obras
no te salvará, que la salvación tiene lugar “mediante la gracia a través de la
fe”. Y sin embargo también dice que si tienes
fe, harás obras buenas; las obras buenas son la señal de la fe. Por lo tanto, “la fe sin obras es una fe
muerta” (Santiago 2:20). De igual modo, aceptar la Expiación es todo lo que se
necesita, pero la “prueba” de que has aceptado la sanación para tu propia mente
es la extensión de los milagros de sanación a aquellos que te rodean. El Curso
repite esto una y otra vez, diciendo que el modo en que tú sabes que has sanado
es sanando a otros.
Por eso es por lo que los milagros dan testimonio de que eres
bendito. Si perdonas completamente es porque has abandonado la culpabilidad,
al haber aceptado la Expiación y haberte dado cuenta de que eres inocente.
¿Cómo ibas a percatarte de lo que se ha hecho por ti, sin tú saberlo, a menos
que hicieses lo que no podrías sino hacer si se hubiese hecho por ti?
(T.14.I.1:6-8)
Así que
lo que estas frases están diciendo (volviendo a “¿Qué es el Cuerpo?”) es que el
cuerpo se vuelve santo al usarlo al servicio de otros. Al extender la mano para
ayudar, llevamos sanación a nuestra mente. Extendemos en lugar de apartarnos,
buscamos sanar en lugar de herir, es la
manera en que aceptamos la Expiación, o mejor dicho, la manera de
demostrarnos a nosotros mismos que la hemos aceptado. La mente que ha aceptado
la Expiación puede únicamente sanar, y mediante la sanación conocemos a nuestro
Ser. Date cuenta aquí de que el cuerpo “sirve para sanar la mente” (4:5). Sí,
la mente es lo que necesita sanación, pero el cuerpo sirve para sanarla al
actuar con amor sanador con otros.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-268-audios-mp3_rf_8399867_1.html
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=TQF3nxAETeo
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