LECCIÓN 275
La sanadora Voz de Dios protege hoy todas las cosas.
1. Escuchemos hoy a la Voz que habla por Dios, la cual nos habla de una
lección ancestral que es tan cierta hoy como siempre lo fue. 2Sin
embargo, este día ha sido seleccionado como aquel en el que hemos de buscar y
oír, aprender y entender. 3Escuchemos juntos, 4pues lo
que nos dice la Voz que habla por Dios no lo podemos entender por nuestra
cuenta, ni aprenderlo estando separados. 5En esto reside la
protección de todas las cosas. 6Y en esto se encuentra la curación que brinda la Voz
que habla por Dios.
2. Tu
sanadora Voz protege hoy todas las cosas, por lo tanto, dejo todo en Tus Manos.
2No tengo que estar ansioso por
nada. 3Pues Tu Voz me indicará lo que tengo que hacer y
adónde debo ir, con quién debo hablar y qué debo decirle, qué pensamientos debo
albergar y qué palabras transmitirIe al mundo. 4La seguridad que ofrezco me es dada a mí. 5Padre, Tu Voz
protege todas las cosas a través de mí.
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 275
- 2 OCTUBRE
“La sanadora
Voz de Dios protege hoy todas las cosas”
Instrucciones para la práctica
Ver las
instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del
Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Jesús
nos dice en esta lección que necesitamos unirnos a Él para escuchar la Voz que
habla por Dios (1:3). “Pues lo que nos dice la Voz que habla por Dios no lo
podemos entender por nuestra cuenta, ni aprenderlo estando separados” (1:4).
Date cuenta de que la unión que Jesús nos ruega aquí no es principalmente de
unos con otros o con otras personas, aunque eso se da por sentado, lo que nos
pide es nuestra unión a Él.
Si el
problema es una creencia en la realidad de la separación, ese problema no puede
ser sanado solo y separado. ¡Estar solo y separado es el problema! Cualquier
sanación, cualquier salvación, cualquier iluminación que la Voz que habla por
Dios nos trae es algo que se comparte.
Puedo
unirme a Jesús al escuchar la Voz que habla por Dios, eso es algo que puedo
hacer ahora, en la privacidad de mi hogar, sin nadie a mi alrededor. Lo que
oigo (que es siempre alguna forma del mensaje: “El Hijo de Dios es inocente”)
es algo que se aplica a Jesús y a mí, a mí y a Jesús. Lo comparto con Él. La
paz, la seguridad y la protección llegan, abandono todas las defensas que tengo
contra Jesús y permito que Su Presencia esté conmigo. Reconozco que Jesús y yo
compartimos un objetivo y unos intereses comunes. Veo que Él no tiene en Su
corazón ningún ataque contra mí, y yo no tengo ninguno contra Él. “En esto
(unión) reside la protección de todas las cosas” (1:5).
Cuando
salgo al mundo para encontrarme con otras personas, lo que he encontrado en la
Presencia de Jesús puedo extenderlo a todos con los que me encuentro. Lo que Él
y yo hemos escuchado juntos es compartido, no sólo entre nosotros dos, sino con
el Hijo de Dios en todos. Escucho la Voz sanadora del Padre, y protege todas
las cosas, por lo que “No tengo que estar ansioso por nada” (2:2). Todos los
seres comparten este mismo objetivo e intereses. Estamos todos en el mundo por
este mismo propósito. Cualquier percepción de competición o ataque por mi
parte, o por parte de otro, es sólo un error de percepción, y no es nada de lo
que haya que tener miedo.
“La seguridad que ofrezco me es dada a mí” (2:4). Ofrezco seguridad al
mundo desde mi unión con Jesús, y al darla, se me da a mí. Puedo decir: “Todos
los que me encuentro están a salvo conmigo”. “Y estoy a salvo con todos los que
me encuentro”. Cada encuentro es santo porque yo soy santo. Cuando el propósito
del día se establece así desde el comienzo, puedo estar seguro de que se me
guiará en todo. Se nos darán instrucciones muy concretas para nuestra actividad
aquí en este mundo, aunque el mundo sólo sea una ilusión: “Pues Tu Voz me
indicará lo que tengo que hacer y adónde debo ir, con quién debo hablar y qué
debo decirle, qué pensamientos debo albergar y qué palabras transmitirle al
mundo” (2:3).
Es una
Voz sanadora la que escucho, una sanación que consiste en compartir, en unirse,
en no tener intereses separados. La unión es la sanación. “El único propósito
de este mundo es sanar al Hijo de Dios” (T.24.VI.4:1), y la sanación del Hijo
de Dios en mí y en todos los que me encuentro hoy es el propósito de este día.
Nada más. Que hoy sea un día en el que escucho la Voz. Que “busque y oiga,
aprenda y entienda” (1:2).
Allan
Watts escribió un libro llamado La
Sabiduría de la Inseguridad. Según recuerdo, habla de lo poco sabio que es
buscar seguridad porque la seguridad del ego y del cuerpo no es posible. Si
continuamente estás buscando seguridad te volverás loco. Es mucho mejor y más
sabio aceptar el hecho de la inseguridad y fluir con el universo.
Cuando
esta lección habla de que escuchar la Voz protege todas las cosas, está
diciendo lo mismo. Reconocemos que no sabemos las respuestas, no podemos
resolver todo. No sabemos “lo que tenemos que hacer y adónde debemos ir, con
quién debemos hablar y qué debemos decirle, qué pensamientos debemos albergar y
qué palabras transmitirle al mundo” (2:3), pero Él lo sabe. En lugar de
intentar continuamente obtener las respuestas para nosotros, nos mantenemos en
contacto con la Respuesta Misma, el Único que sabe. En lugar de tener millones
en el banco, confiamos en que lo que necesitemos se nos dará cuando lo
necesitemos, y no nos preocupamos por ello. Dejamos el gobierno del universo en
las Manos de Dios.
Nuestra
seguridad y protección no está en nosotros, solos y separados. Procede
únicamente de escuchar la Voz en cada momento. No conocemos el camino al Cielo,
pero caminamos con Uno que lo conoce.
¿Qué es el Cristo?
(Parte 5)
L.pII.6.3:1-3
Cristo,
nuestro Ser, es “el hogar del Espíritu Santo” (3:1). El Curso a menudo se
refiere al Espíritu Santo como “la Voz que habla por Dios”, esta Voz procede de
nuestro Ser, el Cristo. Éste es Su Hogar, donde el Espíritu Santo “reside”, por
así decirlo. Cuando sentimos un impulso interno en una dirección determinada, o,
como en el caso de Helen Schucman (que escribió el Curso), parece que oímos
palabras de verdad que se nos hablan dentro de nuestra mente, es la presencia
dentro de nosotros de esta “parte” de nuestra mente la que lo hace posible.
Cristo es el eslabón que nos mantiene unidos a Dios (2:1). Si Cristo no
existiese dentro de nosotros, no oiríamos estos mensajes, porque el eslabón que
nos une a Dios no existiría. (Para ir un poco más lejos, ¡si no existiese esa
unión con Dios, no existiríamos en absoluto!). Por lo tanto, el hecho de que sentimos estos mensajes internos que nos
llevan en dirección a Dios y al amor demuestra que la unión con Dios todavía
existe dentro de nosotros. Eso, a su vez, confirma lo que el Curso dice: “¡No
estamos separados de Dios!”.
Cristo
se siente a gusto únicamente en Dios (3:1). De nuevo, esto podemos sentirlo en
nuestra propia experiencia. El sentimiento de no sentirnos en nuestro hogar en
este mundo es casi universalmente reconocido; en un momento u otro, parece que
todo el mundo se ha sentido así, algunos de manera más intensa que otros quizá,
aunque todos lo hemos sentido de algún modo. ¿De dónde procede ese sentimiento?
¿Es posible que no estemos en nuestro
hogar en este mundo? Dado lo extendido de esta experiencia, ¿no es probable que
haya una parte de nosotros que realmente no se siente en el hogar aquí, sino
sólo en Dios? El Curso nos aconseja que escuchemos esta Voz Interior que parece
llamarnos a regresar a nuestro hogar, un hogar que no podemos recordar con
claridad, pero que de alguna manera sabemos que es real. (Ver especialmente en
el Texto “La Canción Olvidada” (T.21.I), o la Lección 182 “Permaneceré muy quedo por un
instante e iré a mi hogar”)
“Cristo
permanece en paz en el Cielo de tu mente santa” (3:1), como ya hemos explicado
en los últimos dos días. Suceda lo que suceda en el exterior, el Cristo en
nuestra mente permanece eternamente en paz.
Él es la única parte de ti que en verdad es real. Lo demás son sueños.
(3:2-3)
Ésta es
una afirmación fundamental. Para la mayoría de nosotros, esta parte de nuestra
mente que está eternamente en paz, parece muy lejana y escondida, algo con lo
que entramos en contacto en momentos de profunda meditación. La parte que nos
parece “real” de nuestra consciencia es la parte agitada y confusa. Podemos
reconocer que el Cristo en nuestro interior es real, pero sólo parece ser una
pequeña parte de lo que somos. En realidad, esta lección dice que esa parte
profundamente tranquila y santa es lo
único real de lo que pensamos que somos, el resto son sueños.
Pienso
que esto a menudo nos causa miedo a muchos de nosotros. La idea de que la mayor
parte de lo que pensamos acerca de nosotros no es real en absoluto sino sólo un
sueño, es bastante aterradora. Nos hemos identificado tanto con estos aspectos
de nosotros y nos hemos convencido tanto de su realidad, que nos asusta la idea
de que puedan desaparecer si entramos en contacto con el Cristo dentro de
nosotros. Parece una especie de muerte o de destrucción, como si la mayor parte
de nuestra persona fuera a borrarse en una especie de lobotomía cósmica. El
Texto habla a menudo y con fuerza acerca de nuestro miedo a encontrar nuestro
Ser (ver, por ejemplo el Capítulo 13, Secciones II y III del Texto). Una de
esas afirmaciones es:
Has construido todo tu demente sistema de pensamiento porque crees
que estarías desamparado en Presencia de Dios, y quieres salvarte de Su Amor
porque crees que éste te aniquilaría. Tienes miedo de que pueda alejarte
completamente de ti mismo y empequeñecerte porque crees que la magnificencia
radica en el desafío y la grandeza en el ataque. (T.13.III.4:1-2)
Piensa
en esto desde el otro lado de la pregunta por un momento. ¿Y si la mayor parte
de lo que pensamos acerca de nosotros es
sólo un sueño? ¿Qué perderíamos si desapareciera? Nada. Nada, excepto los
sueños de dolor y sufrimiento, nada excepto nuestra profunda sensación de
soledad.
La
iluminación no destruye la personalidad individual. No destruye nada en
absoluto, sólo elimina los sueños y las ilusiones. Quita lo que no es verdad ni
nunca lo ha sido. El Cristo es la única “parte” de nosotros que es real, y la
única pérdida que experimentaremos es la pérdida de cosas que jamás han
existido.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-275-audios-mp3_rf_8400073_1.html
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=CBxDLEzH71Q
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