LECCIÓN 304
Que mi mundo no nuble la visión de Cristo.
1. Sólo puedo nublar mi santa vista si permito que mi
mundo se entrometa en ella. 2Y no puedo contemplar los santos panoramas que Cristo contempla a menos que
utilice Su visión. 3La percepción es un espejo, no un hecho. 4Y
lo que contemplo es mi propio estado de ánimo
reflejado afuera. 5Quiero bendecir el mundo contemplándolo a través
de los ojos de Cristo. 6Y veré
las señales inequívocas de que todos mis pecados me han sido perdonados.
2. Tú me conduces de las tinieblas a la luz y del pecado a la santidad. 2Déjame
perdonar y así recibir la salvación del mundo. 3Ése es Tu regalo,
Padre mío, que se me concede para que yo se lo ofrezca a Tu santo Hijo, de
manera que él pueda hallar Tu recuerdo, y el de Tu Hijo tal como Tú lo creaste.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 304 - 31 OCTUBRE
“Que mi mundo no nuble la
visión de Cristo”
Instrucciones
para la práctica
Ver las instrucciones para
la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o
en la Tarjeta de Práctica de este
libro.
Comentario
Por supuesto, “mi mundo” es
el mundo que inventé para apoyar a mi ego, el mundo imaginario del ataque y de
la separación. La visión de Cristo es una facultad que todos nosotros tenemos,
parte de nuestro Ser creado. La visión de Cristo nos muestra la realidad y la
unidad, no el caos dividido que vemos habitualmente con nuestros ojos. Esta
visión está siempre disponible para nosotros, pero el mundo que inventamos “puede nublar nuestra santa vista” (1:1). Por eso el
pensamiento de hoy es una oración, o una decisión, de no dejar que eso ocurra,
de no dejar que lo que nuestros ojos nos muestran nos impida ver lo que la
visión de Cristo puede mostrarnos en todo momento y en cualquier momento, es
decir, el mundo real.
La percepción es un espejo, no un hecho. Y lo que contemplo es mi propio estado de ánimo reflejado afuera. (1:3-4)
El mismo
pensamiento se repite en todo el Curso:
La percepción puede dar forma a cualquier imagen que la mente desee
ver. Ten presente esto. (M.19.5:2-3)
El mundo que ves se compone de aquello con lo que tú lo dotaste… Es el
testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna.
(T.21.In.1:2,5)
Entonces,
el mundo nos muestra nuestra propia mente. Únicamente nuestras propias
proyecciones nublan la visión de Cristo. Cristo es la única realidad, la
creación de Dios, y sin las proyecciones que hemos puesto encima esta realidad
es todo lo que veríamos. Pero no podemos usar la percepción para verlo, en su
lugar tenemos que usar la visión de Cristo, una facultad o sentido
completamente diferente (1:2). Necesitamos dejar que la vista del mundo desaparezca de nuestra mente, por eso cerrar
los ojos puede ser útil al principio, cuando lo que nuestros ojos nos muestran
parece tan sólido y real.
Lo que
vemos está condicionado por lo que queremos ver. Por lo tanto, se nos dan estas
palabras para que las digamos: “Quiero bendecir el mundo
contemplándolo a través de los ojos de Cristo” (1:5). Nuestra percepción puede
convertirse en la verdadera percepción, que ve el mundo como un reflejo de la
verdad, si es la verdad lo que queremos ver, en lugar de ser un espejo de
nuestras proyecciones. “Cuando lo único que desees sea amor no verás nada
más” (T.12.VII.8:1).
Hoy quiero sintonizarme con
mi deseo natural, que Dios me ha dado, de bendecir al mundo. Quiero sacar ese
deseo de bendecir, que siempre está en mí, y usarlo para cambiar mi percepción
del mundo que me rodea. Quiero ver el mundo como un espejo que refleja el hecho
de que “todos mis pecados me han
sido perdonados” (1:6). “Déjame perdonar y así recibir la salvación del
mundo” (2:2). Éste es un regalo que Dios me da y que puedo ofrecer a Su santo
Hijo, de quien forma parte toda persona con la que me encuentro o en quien
pienso hoy. Al perdonar a aquellos a mi alrededor, que es mi misión hoy,
recibirán la ayuda para encontrar una vez más el recuerdo de Dios y del Cristo
como su propio Ser (2:3).
¿Qué
es el Segundo Advenimiento? (Parte 4)
L.pII.9.2:3-4
Continuación de la Parte 2 de la
lista de descripciones acerca del Segundo Advenimiento.
5. El reconocimiento de la Perfecta Unidad
El Segundo Advenimiento es el reconocimiento de nuestra perfecta
unidad:
La luz del perdón ilumina el camino del Segundo Advenimiento porque
refulge sobre todas las cosas a la vez y cual una sola. Y así, por fin, se
reconoce la unidad. (2:3-4)
Con el perdón perfecto, todas las barreras, todas las aparentes
razones para la separación, desaparecen y nuestra unidad “por fin, se
reconoce”.
Cada falta de perdón es una razón para la separación, una
justificación para mantenernos aparte. Y a la inversa, cada razón para
mantenernos aparte es una falta de perdón, un juicio contra otro. Para preparar
el camino al Segundo Advenimiento de Cristo, que es el reconocimiento de
nuestra unidad, antes el perdón tiene que ser completo. Muchos de nosotros
recordamos la canción del musical Godspell:
“Preparad el camino al Señor”, o lo recordamos de la Biblia como el mensaje de
Juan el Bautista antes del comienzo del ministerio de Jesús. Bueno, el perdón
es el modo de preparar el camino al Señor, respecto al Segundo Advenimiento. El
perdón es “la luz que ilumina el camino al Segundo Advenimiento”. Elimina los
obstáculos a nuestra consciencia de la unidad.
VER MÁS ALLÁ DE
LAS ILUSIONES BUENAS
Pensamientos
añadidos a la Lección 304
Esto
es un “añadido” a la Lección 304, algunos pensamientos que escribí hace cinco
años al leer la lección. Surgen de la lección misma para comentar partes
relacionadas del Texto. Como todos mis comentarios, algunas partes son
simplemente mi propia opinión, reflexiones sobre el Curso en lugar de una
interpretación de él, si no estás de acuerdo con todo lo que digo, ¡ignora lo
que no te guste!
“Que mi mundo no nuble la
visión de Cristo”
“La percepción es un espejo, no un hecho” (1:3). Nunca vemos la Verdad,
siempre percibimos símbolos de la verdad, y nuestra mente es la que da
significado a esos símbolos. Las señales llegan a nuestro cerebro y se aplica
un filtro mental basado en el miedo o en el amor, y lo que hay en mi mente es
lo que percibo. Por esa razón “lo que contemplo es mi propio estado de ánimo
reflejado afuera” (1:4).
La
función de un maestro de Dios es ir por ahí recordando a todos, en todas las
maneras posibles, quiénes son realmente. Les recuerda a Dios, y a su Ser tal
como Dios lo creó. Cuando su hermano se engaña y actúa desde una ilusión de sí
mismo, no ataca la ilusión ni busca cambiar su comportamiento, en lugar de eso,
actúa de cualquier modo que pueda para negar la negación en su hermano de su
Ser, y para recordarle quién es realmente.
Ver el
Mundo Real no es difícil. Ya tenemos la visión de Cristo. El problema es que la
tapamos poniendo sobre ella las interpretaciones de nuestro propio ego. Ponemos
encima de la percepción nuestro filtro de miedo e impedimos la visión de
Cristo, reemplazándola con nuestra visión del mundo. Para ver el Mundo Real, lo
que tenemos que hacer es quitarle nuestro apoyo a las percepciones del ego.
Tenemos que dejar de pensar que la percepción es un hecho, y darnos cuenta de
que sólo es la proyección de nuestros propios pensamientos. El mundo no es
realmente tal como pensamos que es.
Por eso
se nos dice en el Texto:
Siéntate sosegadamente, y según contemplas el mundo que ves, repite
para tus adentros: "El mundo real no es así. En él no hay edificios ni
calles por donde todo el mundo camina solo y separado. En él no hay tiendas
donde la gente compra una infinidad de cosas innecesarias. No está iluminado
por luces artificiales, ni la noche desciende sobre él. No tiene días radiantes
que luego se nublan. En el mundo real nadie sufre pérdidas de ninguna clase. En
él todo resplandece, y resplandece eternamente.
Tienes que negar el mundo que ves, pues verlo te impide tener otro
tipo de visión. No puedes ver ambos mundos, pues cada uno de ellos representa una
manera de ver diferente, y depende de lo que tienes en gran estima. La negación
de uno de ellos hace posible la visión del otro. (T.13.VII.1:1-2:3)
Esto es
más que sólo un modo diferente de ver el mundo. Es mirar más allá del mundo
físico. ¡Es literalmente negar completamente que el mundo físico existe! Sin
edificios. Sin calles. Sin tiendas. Sin días. Sin noches. ¡Ésta es una negación
trascendental!
El Curso
dice que el mundo físico es como un extenso holograma que hemos puesto encima
de lo que ya está ahí. Vemos el mundo
físico porque hemos negado el Mundo Real. Por lo tanto, para ver el Mundo Real,
tienes que negar el mundo físico. “La negación de uno de ellos hace posible la
visión del otro”.
Una
mujer de nuestro grupo de estudio de New Jersey dijo que tenía problemas con la
idea de no ver el mundo físico: “Hay cosas maravillosas en él que yo valoro: la
caída de las hojas de los árboles, las montañas, la música de Bach. No quiero
perder esas cosas”.
Ciertamente,
yo diría que también eso tienes que abandonar y negar su realidad. Lo que hay
que entender es que no son las hojas coloreadas lo que valoras, ni la música.
El valor real es lo que sientes cuando lo ves u oyes, el sentido de unidad, la
paz, la dicha, el agradecimiento por la belleza. Ese valor no está en las
cosas, sino en ti. Hemos aprendido a asociar nuestras experiencias de amor y
dicha con ciertas cosas y ciertas personas. La asociación está dentro de
nuestra propia mente. ¡En el Mundo Real, todo se asocia con esa experiencia!
“En él todo resplandece, y resplandece eternamente” (T.13.VII.1:7).
Realmente
no queremos más hojas, ni más buena música, ni más viajes a las montañas. Queremos
a Dios, queremos la experiencia de Él que hemos asociado con esas cosas.
Queremos el sentimiento de plenitud, de bienestar, de que nada nos falta, que
hemos aprendido a asociar falsamente con ciertas cosas de nuestra vida. Eso es
lo que siempre queremos, y lo único que de verdad queremos.
Para
entender eso completamente, es necesario negar la realidad incluso de las cosas
buenas de la vida. Como dice una frase de una lección anterior: “esto no forma parte de lo que quiero”
(L.130.11:5). Las hojas caídas no forman parte de lo que quiero. Esta relación
romántica especial no forma parte de lo que quiero. Esto trata de romper las
asociaciones mentales que hemos hecho, deshaciendo la relación entre la
experiencia de Dios y la situación física en la que hemos tenido la
experiencia. Lo físico no nos dio esa experiencia, sucedió por completo dentro
de nuestra mente.
No estoy diciendo que mientras estamos en el mundo
deberíamos negarnos esos placeres físicos. Lo que estoy diciendo es que ¡las
experiencias de Dios que hemos tenido no se limitan a esas cosas! Todas las
personas y todas las cosas nos ofrecen esa misma experiencia.
Al decir que ciertas cosas tienen el poder de
darnos esa experiencia, y otras no, estoy formando una relación especial con
esas cosas, con esas personas.
Incluso cuando nos ponemos cómodos para escuchar
una buena sinfonía, podemos recordarnos a nosotros mismos que lo que estamos
haciendo es una forma de pensamiento mágico. La sinfonía no tiene poder para
darnos la experiencia, no tiene más poder que cualquier otra cosa. Son nuestros
pensamientos los que nos dan la experiencia mientras escuchamos. Lo que
sentimos no está limitado a la música, es algo que está en nuestro ser. “Dios está en todo lo que veo porque Dios
está en mi mente” (L.130). Nosotros somos la fuente de la belleza, no la cosa
física que hemos elegido como la entrada a esa experiencia de belleza. La
belleza que pienso que veo en el mundo es realmente algo en mi Ser, “mi propio estado de ánimo reflejado afuera” (L.304.1:4).
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=z42KEhMfPUc
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