Lección 331 - 27 de Noviembre “El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya”

Lecciones UN CURSO DE MILAGROS



12. ¿Qué es el ego?

1. El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limi­tado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte. 2Es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada. 3El ego es la "prueba" de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad.
2. El ego es demente. 2Lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente, aparte de la Totalidad y separado de lo Infinito. 3En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo. 4Y desde su terrible autonomía "ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida. 5Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero.
3. El Hijo de Dios no tiene ego. 2¿Qué puede saber él de la locura o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? 3¿Qué puede saber de penas o de sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? 4¿Qué puede saber del miedo o del castigo, del pecado o de la culpabili­dad, del odio o del ataque, cuando lo único que le rodea es paz eterna, por siempre imperturbable y libre de todo conflicto, en la tranquilidad y silencio más profundos?
4. Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamien­tos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o esperan­zas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el precio que hay que pagar por creer en él. 2Desde el punto de vista del sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en él es tan inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la crucifixión del Hijo de Dios. aY la sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos seguidores se preparan para morir.
5. Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar la oscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma. 2Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente unidas a Él.





LECCIÓN 331

El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.

1. Padre, ¡qué absurdo creer que Tu Hijo podía causarse sufrimiento así mismo! 2¿Cómo iba él a poder planear su condenación sin que se le hubiera provisto de un camino seguro que lo condujese a su liberación? 3Me amas, Padre, 4y nunca habrías podido dejarme en la desolación, para morir en un mundo de dolor y crueldad. 5¿Cómo pude jamás pen­sar que el Amor se había abandonado a Mismo? 6No hay otra volun­tad que la Voluntad del Amor. 7El miedo es un sueño, y no tiene una voluntad que pueda estar en conflicto con la Tuya. 8Estar en conflicto es estar dormido; la paz, estar despierto. 9La muerte es una ilusión, y la vida, la verdad eterna. 10Nada se opone a Tu Voluntad. 11El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.
2. El perdón nos muestra que la Voluntad de Dios es una sola y que la compartimos. 2Contemplemos los santos panoramas que hoy nos muestra el perdón, de modo que podamos encontrar la paz de Dios. 3Amén.


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Ayuda para las lecciones:
de  Robert Perry  y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf


LECCIÓN 331    -     27  NOVIEMBRE

El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya

Instrucciones para la práctica

Una vez al mes durante la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, introduciré este recordatorio de repasar las instrucciones de la práctica. Recuerda, estas instrucciones exponen con detalle las costumbres o hábitos de la práctica diaria que el Libro de Ejercicios está intentando ayudarnos a formar. Si no creas estas costumbres o hábitos, te pierdes lo principal de todo el programa de entrenamiento.

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica  de este libro.

Comentario

Recientemente en un grupo de estudio dije que nuestro problema fundamental es que de verdad creemos que somos personas terribles. No confiamos en nuestro propio amor. Una persona expresó su preocupación de que el material del Curso podría usarse para justificar cualquier comportamiento. “Podría ir a robar una tienda de licores porque el mundo es sólo una ilusión y nadie saldría perjudicado excepto en la ilusión. Nada de lo que yo haga afecta negativamente a mi relación con Dios”.

La respuesta directa a esa pregunta es que sólo haces esas cosas en el mundo cuando crees que el mundo es real. Si verdaderamente creyeses que el mundo es una ilusión, no harías tales cosas ni tendrías el deseo de hacerlas.

El miedo a que él haría cosas terribles si creyera que nadie resultaría realmente perjudicado oculta la creencia de que no se podría confiar en la verdad en él. El Curso dice que no creemos que lo que de verdad queremos es bueno. La verdad es que podemos confiar en nosotros mismos. Aunque todavía estamos confusos y desconcertados por la ilusión, no vamos a cometer errores terribles. Es seguro abandonar las limitaciones de la culpa porque verdaderamente somos extensiones de Dios. Pensamos que necesitamos la culpa para refrenar al monstruo dentro de nosotros, Un Curso de Milagros nos dice que la culpa “no tiene ningún propósito” (T.14.III.1:4), y de hecho nos mantiene encerrados en nuestra ilusión del pecado. Esa ilusión acerca de nosotros es el error fundamental. Y continúa diciendo que pensar que el ser ha robado el trono de Dios no es nada por lo que sentirnos culpables: 

No intentes tasar el valor del Hijo de Dios que Él creó santo, pues hacer eso es evaluar a su Padre y juzgar contra Él. Y no podrás sino sentirte culpable por este crimen imaginario, que nadie en este mundo ni en el Cielo podría cometer. El Espíritu Santo sólo enseña que el "pecado" de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad. (T.14.III.15:1-3)

Sólo es “un error trivial” (L.138.11:5). El Amor no se ha abandonado a Sí Mismo. Comparto la naturaleza de Dios que es Amor. Yo no puedo abandonarle, ni Él a mí (1:5).

Es “absurdo” (1:1) creer que yo podría realmente oponerme a la Voluntad de Dios y corromperme a mí mismo. Cualquier aparente corrupción o conflicto entre Dios y yo tiene que ser una ilusión, la prueba de que estoy dormido y soñando lo imposible (1:7-8).

“Conocer la realidad significa no ver al ego” (L.pII.12.4:1). Sin embargo, por raro que parezca, primero tenemos que ver al ego para pasarlo por alto. El ego funciona de una manera oculta, secreta, a escondidas. Se esconde detrás de todo tipo de tapaderas. Primero tenemos que desenmascararlo, ver lo que es, y luego pasarlo por alto, ignorarlo. Mientras no sepamos lo que es nuestro imaginado enemigo, estaremos gobernados por el miedo. Tenemos que llegar al punto en el que podemos ver con claridad: “¡Oh! Sólo es el ego, soy yo pensando que estoy separado”. Luego lo abandonamos.

Cuando por fin hayas visto los cimientos del ego sin acobardarte, habrás visto también los nuestros. (T.11.In.4:2)

Entonces, miremos a nuestro ego sin acobardarnos, sin tenerle miedo, pudiendo ver que sólo es “un error trivial”.

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¿Qué es el ego? (Parte 1)

L.pII.12.1:1-2

El ego no es otra cosa que idolatría” (1:1). Idolatría es adorar a un ídolo, a un dios falso. Eso es el ego, el intento demente de hacer real una identidad que está separada de Dios, buscado para reemplazarle en nuestra consciencia. El ego es “el símbolo de un yo limi­tado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte” (1:1).

Prestemos atención aquí. El ego no es “algo” dentro de nosotros, una especie de gemelo malvado, el lado oscuro de nuestra alma. El ego es la idea de un ser separado que está aparte de “otros seres”. ¿No es eso exactamente lo que pensamos que somos? ¿No pensamos que somos un alma distinta, nacida en un cuerpo, luchando durante toda esta vida y seguros de terminar esta vida con la muerte? ¿No describe eso lo que pensamos que somos? En otras palabras, el “yo” que creo que soy, algo separado y diferente de ti, ¡eso es el ego! Cambiar nuestra idea acerca de nosotros, del ego al espíritu, no significa que este ser separado que era negro, se vuelva blanco. Significa que este ser separado es completamente reemplazado por algo que abarca mucho más, de hecho, algo que abarca todo. Dejo de ser “yo” en la manera que pensaba que era.
 
El ego “es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada” (1:2). Si lo que pienso de “mí” es que estoy separado e independiente, no puedo estar unido a la Voluntad de Dios. El ego debe ver a la Voluntad de Dios como enemigo porque para el ego Dios es “otro”, algo diferente y separado de sí mismo. Puesto que Dios es un “otro” muy poderoso, Su Voluntad representa una amenaza, un desafío para la “voluntad” del ego. Por lo tanto, la forma que toma la “voluntad” del ego siempre será una forma de negación de la Voluntad de Dios. Por ejemplo, sabes que un niño está empezando a desarrollar un ego psicológico cuando empieza a decir”No” cada vez que tú dices “Sí”. El ego es un gran “No” a Dios y a Su Voluntad.

El ego es precisamente lo que no somos. “no eres un ego” (T.14.X.5:5). Cuando miremos a lo que el ego es (o parece ser), no nos desanimemos ni nos deprimamos por ello. Aquello que estamos mirando no es lo que nosotros somos; de hecho, es lo que no somos. Este ser imaginado es la causa de nuestra culpa, y no es real, no existe.

AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo


VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=HYs9c1KmoTc

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