LECCIÓN 343
No se me
pide que haga ningún sacrificio
para encontrar la misericordia y la paz de
Dios.
1. El final del sufrimiento no puede suponer
una pérdida. 2El regalo de
lo que lo es todo tan sólo puede aportar ganancias. 3Tú sólo das. 4Nunca quitas. 5Y me creaste para que fuese como Tú, de modo
que el sacrificio es algo tan imposible para mí como lo es para Ti. 6Yo también no puedo sino dar. 7Y así, todas las cosas me son dadas para
siempre. 8Aún soy tal como
fui creado. 9Tu Hijo no
puede hacer sacrificios, pues es íntegro, al ser su función completarte a Ti. 10Soy íntegro por ser Tu Hijo. 11No
puedo perder, pues sólo puedo dar, y así, todo es mío eternamente.
2. La misericordia y la paz de Dios son gratuitas. 2La salvación no cuesta nada. 3Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. 4Y esto es lo que vamos a aprender hoy.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 343 - 9 DICIEMBRE
“No se me pide que haga ningún sacrificio para encontrar la misericordia y
la paz de Dios”
Instrucciones
para la práctica
Ver las instrucciones para la
práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en
la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
La idea de pérdida y
sacrificio le es completamente ajena al Curso. Nos dice “El sacrificio es una noción que Dios desconoce por
completo” (T.3.I.4:1). Como señala la primera línea de la lección, ¿cómo podría
ser un sacrificio el final del sufrimiento? ¿Cómo puede obtenerse la felicidad
por medio del sacrificio? Es ridículo cuando piensas en ello y, sin embargo,
durante siglos muchas religiones han creído que para encontrar la misericordia
de Dios tienes que renunciar a algo, normalmente algo valioso. Tienes que
sufrir para alcanzar el Cielo. Tienes que pagar por tus equivocaciones.
El
Cielo, o la salvación, tienen que ser sólo ganancia. ¿Cómo podría ser una
pérdida y seguir siendo el Cielo? Voy a decir a mi Padre:
Tú sólo das.
Nunca quitas. Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que el sacrificio es
algo tan imposible para mí como lo es para Ti. Yo también no puedo sino dar.
(1:3-6)
Y lo que Dios da, lo da para
siempre.
Aún soy tal
como fui creado. Tu Hijo no puede hacer sacrificios, pues es íntegro, al ser su
función completarte a Ti. (1:8-9)
No puedo perder lo que soy,
no puedo sacrificar algo valioso y quedarme incompleto porque eso estaría en
contra de mi función de completar a Dios. Para que Dios esté completo (lo cual
por supuesto está, siendo Dios) yo debo estar completo, pues ¡Él me creó para
completarle a Él! Por lo tanto, no puedo hacer sacrificios, debo permanecer
completo.
Estamos acosados por la idea
de que de algún modo tenemos que ganarnos la misericordia y la paz de Dios.
Especialmente cuando me he desviado por alguna maniobra del ego, siempre me
siento como si tuviera que “pasar por algo” para encontrar mi camino de vuelta.
Necesito tener un verdadero periodo de remordimiento y de sentirme culpable.
¡Al menos tengo que dormir para reponerme! No parece correcto pasar
inmediatamente de la locura del ego a un estado de paz y dicha sin pagar antes
algún tipo de castigo. Sin embargo
La
misericordia y la paz de Dios son gratuitas. La salvación no cuesta nada. Es un
regalo que se debe dar y recibir libremente. Y esto es lo que vamos a aprender
hoy. (2:1-4)
Ya que
la misericordia y la paz de Dios son gratuitas están disponibles de inmediato
en cada instante. Sólo necesito estar dispuesto a darlas y a recibirlas
libremente.
En este
instante, ahora mismo, voy a darme misericordia a mí mismo. Voy a ver el
corazón del niño en dolor por lo que ha hecho, y voy a extenderle por encima
misericordia como si fuese un manto caliente. Hoy voy a aceptarme con amor y
afirmar de nuevo mi propia inocencia. ¿Qué he olvidado quien soy? No pasa nada.
¿Qué me he enfadado con un hermano? Sigo mereciendo misericordia y paz. ¿Qué he
traicionado a un amigo? Dios sigue considerándome Su Hijo. No se me pide ningún
sacrificio ni ningún castigo, ni siquiera un tiempo “decente” de lamentaciones.
Puedo sencillamente y con total confianza abrir mi mente a mi Amigo y darle la
bienvenida. Puedo regresar a casa con Dios. ¿A qué estoy esperando? Voy a ir
ahora mismo a Él.
¿Qué es un milagro? (Parte 3)
L.pII.13.2:1-2
Una de las lecciones que se
repiten con mayor frecuencia en el Curso es que dar y recibir son lo mismo:
“Dar y recibir son en verdad lo mismo” (Lección 108). Esta lección, una de las
más importantes de las que el Espíritu Santo quiere enseñarnos (es la primera
lección del Espíritu Santo, en el Capítulo 6: “Para poder tener, da todo a
todos”), es también para nosotros una de las más difíciles de aprender porque
es lo contrario de nuestra manera de pensar habitual.
En el milagro reside el don de la gracia, pues se da y se recibe como
uno. (2:1)
Para recibir un milagro,
tenemos que darlo; para darlo, tenemos que recibirlo. Recibir un milagro y dar
un milagro son una cosa, no dos. Muchos de nosotros nos liamos intentando
entender si primero tengo que perdonarme a mí mismo para poder perdonar a otro,
o si tengo que perdonar a otro antes de poder perdonarme a mí mismo. La respuesta
es sí y no, a las dos preguntas. Para perdonarte a ti mismo tienes que perdonar
a la otra persona, pero para perdonar a la otra persona tienes que perdonarte a
ti mismo. Son una misma cosa. Parecen ser dos acciones distintas pero no lo
son, son una misma acción porque mi hermano y yo somos un solo Ser. Dentro del
tiempo, a menudo puede parecer que una acción ocurre antes, pero en realidad
ocurren al mismo tiempo.
“Y así, nos da un ejemplo de lo que es la ley de la verdad, que el mundo no
acata porque no la entiende” (2:2). Pienso que “la ley de la verdad” es lo
mismo que “la ley del amor” de la de la que se habla en la Lección 344: “lo que le doy a mi
hermano es el regalo que me hago a mí mismo”. Si hiciéramos nuestro este pensamiento completamente, estaríamos
fuera de aquí, con el programa de estudios aprendido. Un milagro demuestra esta
ley, nos muestra una representación gráfica de ella. Cuando ofrezco un milagro
a un hermano, observo su devastación y me doy cuenta de que lo que estoy viendo
es falso (1:3). Estoy viendo su plenitud, en lugar de la ilusión de su
carencia. El hecho de que yo lo vea en él se lo hace ver a él mismo, si quiere hacerlo. Y cuando recibe el
milagro, yo soy bendecido. Se me
recuerda quien soy.
El mundo no obedece esta ley
ni la entiende. Desaprender la manera de pensar del mundo acerca de esto es lo
que el Curso llama “el deshacimiento del
concepto de ‘obtener’” (T.6.V(B).3:1). L e llama a esto el primer paso en la
inversión de la manera de pensar del ego (invertir, darle la vuelta). Los
milagros son importantes para nosotros porque nos demuestran esta ley, nos
ayudan a conocer mediante la experiencia que dar es recibir, que conservo lo
que quiero al darlo a otros.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=Kjwzq05rJ6M
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