LECCIÓN 350
Los milagros son un reflejo del eterno Amor de
Dios. Ofrecerlos es recordarlo a Él, y mediante Su recuerdo, salvar al mundo.
1. Lo que perdonamos se vuelve parte de
nosotros, tal como nos percibimos a nosotros mismos. 2Tal como tú
creaste a Tu Hijo, él encierra dentro de sí todas las cosas. 3El que
yo Te pueda recordar depende de que lo perdone a él. 4Lo que él es
no se ve afectado por sus pensamientos. 5Pero lo que contempla es el
resultado directo de ellos. 6Así pues, Padre mío; quiero ampararme
en Ti. 7Sólo Tu recuerdo me liberará. 8Y
sólo perdonando puedo aprender a dejar que Tu recuerdo vuelva a mí, y á
ofrecérselo al mundo con agradecimiento.
2 Y a
medida que hagamos acopio de Sus milagros,
estaremos en verdad agradecidos. 2Pues conforme lo recordemos, Su Hijo nos será restituido en la
realidad del Amor.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 350 - 16 DICIEMBRE
“Los milagros son un reflejo del eterno Amor de Dios. Ofrecerlos es recordarlo a Él, y
mediante Su recuerdo, salvar al mundo”
Instrucciones
para la práctica
Ver las instrucciones para
la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o
en la Tarjeta de Práctica de este
libro.
Comentario
Ofrecer
un milagro es recordar a Dios, y al ofrecer milagros literalmente salvamos al
mundo. Aceptamos al Hijo de Dios tal como Dios lo creó. El tema de los milagros
ha estado presente en estas diez últimas lecciones, y en la página que venía
antes de ellas.
Un milagro es una corrección. No crea, ni cambia realmente nada en
absoluto. Simplemente contempla la devastación y le recuerda a la
mente que lo que ve es falso. Corrige el error, mas no intenta ir más allá de
la percepción, ni exceder la función del perdón. (L.pII.13.1:1-4)
En
otras palabras, un milagro y el perdón son lo mismo, simplemente “le recuerda a la mente que lo que ve es falso”. Ofrecer un milagro es
mirar más allá de las ilusiones y ver la verdad. Es el rechazo a compartir la
pequeñez en que otros se ven a sí mismos. Ofrezco un milagro cuando me niego a
creer que mi hermano está identificado con su cuerpo y su ego y limitado por
ellos. Me niego a creer que alguien sea lo que es su comportamiento, y ofrezco
a todo el mundo la oportunidad de verse a sí mismo como más de lo que ellos
piensan que son, más amorosos y más dignos de ser amados que lo que ellos
piensan que son. Eso es un milagro, y eso es también el perdón.
Lo que perdonamos se vuelve parte de nosotros, tal como nos percibimos
a nosotros mismos. Tal como tú creaste a Tu Hijo, él encierra dentro de sí
todas las cosas. (1:1-2)
¡Qué
afirmación más sorprendente! Cuando perdonamos a alguien o algo, “se vuelve
parte de nosotros”. Es como si al perdonar cosas y personas, estuviésemos
volviendo a juntar a nuestro Ser las partes separadas de la Filiación. Estamos
reconociendo que no están separados como parecen, sino que verdaderamente son
partes de nuestro Ser. Cada milagro que ofrecemos ayuda a reconstruir al Hijo de Dios.
En
realidad por supuesto, el Hijo es eternamente uno; no hay necesidad de
reconstruir lo que ya está completo. Lo que somos no se ve afectado por
nuestros pensamientos (1:4), la realidad de nuestro Ser continúa tal como Dios
lo creó. Pero lo que “contemplamos”, lo que vemos, es el resultado directo de
nuestros pensamientos (1:5).
Así pues, Padre mío; quiero ampararme en Ti. Sólo Tu
recuerdo me liberará. (1:6-7)
Padre,
sana hoy mis pensamientos. “Rectifica mi mente” (L.347:1-2). Quiero que el
recuerdo de Dios vuelva a mi mente, y “sólo
perdonando puedo aprender a dejar que Tu recuerdo vuelva a mí, y á ofrecérselo
al mundo con agradecimiento” (1:8). Para que el recuerdo de Dios venga, tengo
que perdonar. Tengo que ofrecer milagros a todos y a todo.
Cuando
recuerde a Dios (por medio del perdón), “Su Hijo nos será restituido en la realidad del Amor” (2:2). Aquí está de nuevo el pensamiento de que el perdón
“restaura” al Hijo, uniendo las partes separadas, reconociendo el amor y la
unidad.
Que hoy
busquemos las oportunidades de ofrecer milagros.
¿Qué es un milagro? (Parte 10)
L.pII.13.5:4
Al abrir
nuestra vida a los milagros, el mundo se transforma.
Y brotan por doquier señales de vida para demostrar que lo que nace
jamás puede morir, pues lo que tiene vida es inmortal. (5:4)
Los
milagros demuestran la inmortalidad. No la inmortalidad del cuerpo, sino la
inmortalidad del amor, que es lo que somos (Enseña sólo amor, pues eso es lo
que eres”, T.6.I.13:2; “Sólo lo eterno puede ser amado,
pues el amor no muere”, T.10.V.9:1). Es la inmortalidad del pensamiento, y el
Curso también enseña que somos el Pensamiento de Dios eterno y que nunca
cambia. El Curso afirma valientemente que la muerte no existe, que la vida y la
inmortalidad son lo mismo (“lo que
tiene vida es inmortal”). Entonces, según esa lógica, el cuerpo no tiene vida
porque no es inmortal, y por eso el Curso nos enseña: “(El cuerpo) no nace ni
muere” (T.28.VI.2:4). “El cuerpo ni vive ni muere
porque no puede contenerte a ti que eres vida” (T.6V(A).1:4)
Los milagros nos muestran
que no somos cuerpos, que la mente es más fuerte e importante que el cuerpo:
Si la mente
puede curar al cuerpo, pero el cuerpo no puede curar a la mente, entonces la
mente tiene que ser más fuerte que el cuerpo. Todo milagro es una demostración
de esto. (T.6V(A).2:6-7)
Nos enseña que lo que somos
(mente, pensamiento, idea, amor) tiene vida y es inmortal.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=ubkNM8Hn2Pg
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