LECCIÓN 356
La
enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro
nombre para Dios.
El
milagro es, por lo tanto, una invocación que se le hace a Él.
1. Padre, prometiste que jamás dejarías de contestar
cualquier petición que Tu Hijo pudiese hacerte. 2No importa dónde esté, cuál parezca ser su problema o en qué crea
haberse convertido. 3Él es Tu Hijo, y Tú le contestarás.
4El milagro es un reflejo de Tu Amor, y, por lo
tanto, es la contestación que él recibe. 5Tu Nombre reemplaza a todo
pensamiento de pecado, y aquel que es inocente jamás puede sufrir dolor alguno.
6Tu Nombre es la respuesta que le das a Tu Hijo
porque al invocar Tu Nombre él invoca el suyo propio.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 356 - 22 DICIEMBRE
“La
enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro
nombre para Dios.
El
milagro es, por lo tanto, una invocación que se le hace a Él”
Instrucciones
para la práctica
Ver las instrucciones para
la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o
en la Tarjeta de Práctica de este
libro.
Comentario
Me da la impresión de que el
Curso iguala cosas que no esperas que se igualen, como lo hace aquí: La
enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro
nombre para Dios. Y al final de la lección: “Al
invocar Tu Nombre él invoca el suyo propio” (1:6), es decir, el propio
nombre del Hijo, o mi propio nombre. El Curso sugiere que cuando encontremos a
Dios habremos encontrado nuestro Ser; y que cuando encontremos nuestro Ser,
habremos encontrado a Dios, nosotros y Dios compartimos el mismo Nombre. Su
consejo para un nuevo año es: “Haz que este año sea diferente al hacer que todo
sea lo mismo” (T.15.XI.10:11). El Curso está constantemente resumiendo todo a
un solo problema, la separación, y a una solución, la Expiación. Y nos dice que
lo difícil es del ego, por lo tanto, lo sencillo es de Dios.
¿Cómo pueden ser la
enfermedad y el pecado lo mismo? Primero, elimina lo que no significa: que estar enfermo es un pecado. Cualquiera que ha
hecho todo el Libro de Ejercicios y que ha estudiado el Texto no podría tener
esa comprensión equivocada; ése no es el significado aquí. El pecado no existe,
sólo imaginamos que existe. Insisto, esta lección no está diciendo que si estás
enfermo es porque eres un pecador, o que estar enfermo te convierte en un
pecador. ¡Estar enfermo no es nada por lo que tengas que sentirte culpable! Si
estás enfermo y alguien te sugiere que “Tienes que estar haciendo algo mal porque
las personas espirituales no se ponen enfermas”, deja de escuchar a esa
persona. Los pensamientos de nuestra mente sí causan la enfermedad. “Toda enfermedad es una enfermedad mental”
(Ps.2.IV.8:1), según el librito de la Psicoterapia. Pero los pensamientos
equivocados no son “pecado”, sólo son equivocaciones, errores.
Cuando la lección dice que la enfermedad no es sino otro nombre
para el pecado, significa que la enfermedad del cuerpo es un reflejo o
manifestación de la creencia de la mente en la realidad del pecado. Dice el
Curso que la enfermedad puede ser una especie de castigo a uno mismo, en el que
nos atacamos a nosotros mismos debido a nuestra culpa, esperando apartar el
castigo de Dios que estamos esperando. “La
enfermedad no es sino la ira que se ha descargado contra el cuerpo para que
sufra” (T.28.VI.5:1).
Creo
que cuando el Curso utiliza la palabra enfermedad generalmente se refiere al
pensamiento de enfermedad y no a los síntomas físicos. (“La
enfermedad es algo propio de la mente, y no tiene nada que ver con el cuerpo”
M.5.II.3:2). Por ejemplo, un miembro tullido puede ser usado por el ego para
todavía más pensamientos de incapacidad, culpa y separación; o puede ser usado
por el Espíritu Santo para romper la identificación de una persona con el
cuerpo y que se vuelva a Dios. Es el pensamiento, y sólo el pensamiento, lo que
es importante.
“La enfermedad es una
defensa contra la verdad” (L.136). Tenemos que recordar que según el sistema de
pensamiento del Curso todo, incluida la enfermedad, es una elección que hemos
hecho, y que las elecciones tienen un propósito. Lo importante no es el síntoma
físico. Lo importante es la elección y el propósito que tiene.
Cuando elegimos estar
enfermos, en algún nivel estamos eligiendo identificarnos con el cuerpo, en
lugar de con el espíritu o la mente. La “verdad” contra la que nos estamos defendiendo es que somos espíritu o
mente. Nos estamos defendiendo contra la comprensión de que somos uno con Dios
y con todos, en Dios. “De esta, manera, tu
"verdadera” identidad queda a salvo, y el extraño y perturbador
pensamiento de que tal vez seas algo más que un puñado de polvo queda
mitigado y silenciado” (L.136.8:4). La enfermedad hace que el cuerpo parezca
muy real, lo único real. Pretende que la ilusión de la identidad corporal ocupe
el lugar de la verdad de nuestra mente, nuestra identidad espiritual.
¿En qué se parece eso al pecado? Según el
Libro de Ejercicios, pecado “es lo que hace que la mente pierda su cordura y
trate de que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad” (L.pII.4.1:2). ¡Eso es
exactamente lo que hace la enfermedad! Cuando veo “pecado” en mí mismo o en un
hermano, demuestra que es malo y, por lo tanto, que está separado de Dios.
Cuando veo “enfermedad” en mí mismo o en un hermano, demuestra que el cuerpo es
real y, por lo tanto, que está separado de Dios.
El
pecado y la enfermedad se parecen en que los dos son medios que la mente
utiliza para intentar demostrar que la separación es real. No son iguales en la
forma, pero son idénticos en propósito. Son intentos del ego de demostrar que
soy lo que no soy. Es el pensamiento de separación que el Curso intenta sanar,
no el síntoma físico de la enfermedad ni el comportamiento concreto de una
persona. Al Curso le interesa la causa, y no el efecto.
Creo que
si la mente sana, si la persona sana en el nivel del pensamiento (que es el
nivel de la causa), a menudo se producirán cambios en la forma de vida de esa
persona. A menudo el comportamiento cambiará cuando cambien los pensamientos, a
menudo la salud física mejorará cuando cambien los pensamientos. Sin embargo,
el cambio a nivel del cuerpo no es lo que le interesa al Curso. El cuerpo es
insignificante (M.5.II.3:12), lo que quiere decir que no significa nada. Si
nuestros pensamientos están de acuerdo con el Pensamiento de Dios, el cuerpo
servirá al propósito del Espíritu Santo, sea cual sea la forma del cuerpo.
Incluso si el cuerpo muere. Al Curso le interesa sólo la sanación de la mente
porque el cuerpo no tiene importancia.
“La curación no es sino otro
nombre para Dios” (Pensamiento del Título). Por lo tanto, sanar la mente
significa reconocer la identidad de mi mente con la Mente de Dios. Sanar es
reconocer que yo comparto la naturaleza de Dios. Cuando el Curso habla de
sanación, ¡no se refiere a curar la gripe! Está hablando de abandonar mi
identificación con este cuerpo que parece estar sufriendo escalofríos y fiebre,
de darme cuenta de que el cuerpo no es mi Ser, y que soy el eterno Hijo de
Dios. Como siempre, está hablando de un cambio de mente, de pensamientos.
Cuando se rompa la identidad de mí mismo con el cuerpo, sabré que lo que le
sucede al cuerpo no afecta para nada a Quien yo soy; por lo tanto, lo que le
suceda al cuerpo no me importa. Puede ponerse bien o no; si ya no estoy identificado
con él, no me importa lo que le suceda.
El
pecado y la enfermedad se parecen en que los dos son manifestaciones de nuestra
creencia en la separación y su resultado (equivocado): la culpa. Los dos sanan
a través del milagro del perdón. Sanar es una vuelta a la compleción, una
vuelta a nuestro verdadero Ser, y puesto que nuestro Ser es uno con Dios, toda
sanación es una vuelta a Dios. Ofrecer un milagro de perdón o sanación es “por
lo tanto, una invocación que se le hace a Él” (Pensamiento de la Lección)
Otra manera de decir esto es
que toda sanación lleva a Dios, aunque no estemos pensando o creyendo en Dios.
Si es sanación, es de Dios. El librito de Psicoterapia dice: “Para progresar en
la salvación el paciente no necesita considerar a la verdad como Dios”
(Ps.1.5:1). Si hay sanación, y si hay perdón en lugar de condena, Dios está
ahí, aunque no se Le nombre o reconozca. Todo el que aprende a perdonar
recordará a Dios.
No importa dónde esté, cuál parezca ser su problema o en qué crea
haberse convertido. (1:2)
Dios
responde cuando Le invocamos, aunque no nos demos cuenta de que Le estamos
invocando. Él contesta, aunque pensemos que no merecemos una respuesta. Creo
que hay cientos de veces en las que hemos llamado a Dios y Él nos ha
contestado, aunque no nos hayamos dado cuenta de ello. Aunque recibimos Su
ayuda, no Le reconocimos. El Curso dice que nuestro dolor y nuestro miedo es
una petición de ayuda. ¿Crees que si el Espíritu Santo reconoce todas las
peticiones de ayuda como lo que son, no contesta cada una de ellas?
Él es Tu Hijo, y Tú le contestarás. (1:3)
Él nos
contesta con Su Nombre, que es un modo de decir con Su Ser o Su Naturaleza.
Somos contestados por Lo Que Dios es, porque Lo Que Él es nosotros como Su Hijo
Lo somos también. Dios está libre de pecado, y nosotros también; sin pecado no
podemos estar enfermos, ya que la enfermedad procede de la creencia en el
pecado. Cuando me doy cuenta de mi completa inocencia, “jamás puedo sufrir
dolor alguno” (1:5). El Nombre de Dios es lo que me habla de esa inocencia y me
dice que debe ser así. ¿Cómo podría no ser santo el Hijo de Dios?
Que hoy
aprenda a invocar a Dios (utilice esa palabra o no). Que abra mi corazón a la
inocencia, a la dulzura y a la misericordia. Que la sanación sea mi propósito, para
mí y para otros. Que recuerde hoy en cada encuentro: Estoy aquí para sanar,
estoy aquí para ofrecer milagros, estoy aquí para liberar de la culpa.
¿Qué soy? (Parte 6)
L.pII.14.3:5-7
Nuestra
función es traer la salvación al mundo. “No estamos interesados en ninguna
función que se encuentre más allá del umbral del Cielo”
(3:5). En otras palabras, no despreciamos esta “humilde” llamada a traer la
sanación a este mundo de la forma, no intentamos afirmar que estamos llevando a
cabo nuestra función de crear (que es nuestra función en el Cielo) y que no nos
vamos a molestar con las formas dentro de la ilusión. Hacer eso sería lo que
uno de mis antiguos profesores cristianos solía llamar “tener una mente
demasiado celestial para ser de alguna utilidad terrenal”.
El conocimiento volverá a aflorar en nosotros cuando hayamos
desempeñado nuestro papel. (3:6)
“Conocimiento”
se refiere a la perfección del Cielo, al conocimiento directo de la verdad, en
lugar de a la menos elevada percepción de las formas. Nuestro papel consiste en
trabajar dentro de la ilusión, para convertir la pesadilla en un sueño feliz;
cuando hayamos hecho esto, volverá el conocimiento.
Lo único que nos concierne ahora es dar la bienvenida a la verdad. (3:7)
No
estamos intentando atrapar directamente a la verdad. Nuestra atención no está
centrada en tener experiencias místicas de Dios evitando el mundo de la forma y
dejándolo de lado, aunque para alcanzar seguridad, sí buscamos entrar en el instante santo a menudo para renovar nuestra
visión del Cielo. Sin embargo, nuestro interés fundamental es “darle la
bienvenida a la verdad”, es decir, prepararnos para ella, preparar el camino,
preparándonos para aceptarla. Y eso es algo que tiene lugar en este mundo,
dentro de esta ilusión que llamamos vida física. Aquí, los muchos instantes
santos que experimentamos (y que deseamos experimentar por encima de todas las
cosas) llevan a un resultado: el Espíritu Santo nos envía a nuestros muchos
“quehaceres” aquí dentro de la ilusión, llevando con nosotros el centro de
quietud que hemos encontrado en el instante santo, y compartiéndolo con el
mundo (ver T.18.VII.8:1-5).
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=WY5829ccQ68
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