LECCIÓN
355
La paz, la dicha y los milagros que otorgaré cuando acepte la Palabra
de Dios son ilimitados. ¿Por qué no aceptarla hoy?
1. ¿Por qué debo esperar, Padre mío,
para recibir la dicha que Tú me prometiste? 2Pues Tú mantendrás Tu Palabra, que le diste a Tu
Hijo en el exilio. 3Estoy
seguro de que mi tesoro me aguarda y de que sólo tengo que extender la mano
para encontrarlo. 4 Incluso
ahora mismo mis dedos ya lo están tocando. 5Está muy cerca. 6No es necesario que espere ni un instante más para
estar en paz para siempre. 7Es a Ti a
Quien elijo, y a mi Identidad junto Contigo. 8Tu Hijo quiere ser él mismo, y reconocerte como su Padre y Creador, así como su Amor.
Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 355 - 21 DICIEMBRE
“La
paz, la dicha y los milagros que otorgaré cuando acepte la Palabra de Dios son
ilimitados. ¿Por qué no aceptarla hoy?”
Instrucciones
para la práctica
Ver las instrucciones para
la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o
en la Tarjeta de Práctica de este
libro.
Comentario
Aquí, “la Palabra de Dios”
para mí, me está hablando de lo que Jesús en el Curso me dice acerca de mi
Identidad. Es la verdad de lo que yo soy.
Es a Ti a Quien
elijo, y a mi Identidad junto Contigo. Tu Hijo quiere ser él mismo, y
reconocerte como su Padre y Creador, así como su Amor. (1:7-8)
Un conferenciante cristiano
que me inspiró hace años, Ian Thomas, solía decir que el propósito del hombre,
mi propósito como individuo, es ser “el vehículo humano para el contenido
divino”. Por eso es por lo que estoy aquí. Cristo quiere ser Él Mismo en mí, en
la forma de mí. No tengo otra razón para estar aquí, aunque el ego piensa que
estoy aquí para olvidar a Dios.
El Curso nos enseña que el
ego inventó el mundo y el cuerpo como un ataque contra Dios. El ego quiere usar
el mundo para olvidar a Dios. El Espíritu Santo quiere usarlo como un medio
para recordar a Dios. No hay propósito en nada excepto en uno de esos dos.
Estoy aquí, hoy como
siempre, para reflejar el Amor de Dios. Estoy aquí para ver la inocencia. Estoy
aquí para “ver a todos como hermanos, y
percibir todas las cosas como buenas y bondadosas” (L.pII.14.3:4). Estoy aquí
para bendecir a mis hermanos y pedirles que compartan mi paz y dicha.
¿Por qué no aceptarla hoy?
(Título de la lección). ¿Por qué esperar? Éstas son las preguntas que hace la
lección.
Estoy seguro de
que mi tesoro me aguarda y de que sólo tengo que extender la mano para
encontrarlo. Incluso ahora mismo mis dedos ya lo están tocando. Está muy cerca.
No es necesario que espere ni un instante más para estar en paz para siempre.
(1:3-6)
No hay respuesta a por qué
esperamos, porque no hay razones para esperar. Ni nunca ha habido una razón.
Todo lo que hay que hacer en respuesta es dejar que se suelte el
aprisionamiento en nuestro corazón, para acabar con la resistencia a la
extensión del Amor, y abrir nuestro corazón completamente a toda cosa viviente.
Permitirnos a nosotros mismos ser Amor, permitir que el Amor esté en nosotros.
Para abandonar la creencia de que somos algo distinto al Amor.
La resistencia que parece
tan grande, como una muralla de piedra, no es nada más que una nube, incapaz de
parar una pluma. Sólo mi creencia en la imposibilidad de atravesarla la
convierte en una barrera, como un elefante atado a una pequeña estaca en el
suelo, que cree que no se puede mover porque ha sido entrenado a pensar que
está encadenado a un árbol. Pensamos que no tenemos amor, pensamos que somos
malvados. Pensamos que el ego se interpone como un muro de granito entre
nosotros y Dios, que Le mantiene afuera.
El ego es una nube. No
podría detener ni a una pelota. No tiene ninguna fuerza para resistirse al Amor
de Dios, no puede resistirse ni se resistirá. El Amor de Dios espera al final
del tiempo, habiendo ganado ya. ¡Oh, corazón mío, ábrete a ese Amor hoy!
Recíbelo, dalo. Recíbelo al darlo, y dalo al recibirlo. Contémplalo por todas
partes pues está en todas partes, en todos.
¿Qué soy? (Parte 5)
L.pII.14.3:1-4
¿Cuál
es nuestra “función” de la que se habla en el párrafo 2? “Somos los portadores
de la salvación” (3:1). ¿He pensado realmente que ésta es mi función? ¿He empezado a darme cuenta de que cada día, al vivir
mi vida, para esto es para lo que estoy aquí, para traer la salvación al mundo?
No estamos hablando aquí de rescatar a personas, estamos hablando de verlas tal
como Dios las creó, y verlas de ese modo con tanta claridad y tanta fuerza que
nuestra visión de ellas empieza a abrir sus
ojos a esa misma visión. Estamos hablando de mantener una imagen tan clara de
su inocencia que pueden ver su propia inocencia reflejada en nosotros.
Aceptamos nuestro papel como salvadores del mundo, el cual se redime mediante
nuestro perdón conjunto. (3:2)
Salvamos al mundo al
perdonarlo. Y practicamos este perdón como un perdón conjunto, junto con Jesús. Nos unimos a Él para eliminar la culpa y
la condena de cada persona con la que entramos en contacto. Así es como el
mundo es “redimido”, rescatado de su esclavitud de la culpa y el miedo.
Y al concederle el regalo de nuestro perdón, éste se
nos concede a nosotros. (3:3)
Una vez
más el tema repetido a menudo: Recibimos el perdón al darlo.
Vemos a todos como nuestros hermanos, y percibimos todas las cosas
como buenas y bondadosas. (3:4)
Ésta es
la visión de un salvador. Así es como un salvador ve las cosas. Ver a todos
como hermanos es verlos como iguales a nosotros, compartiendo la misma
inocencia de la creación de Dios. Ver a todas las cosas como buenas y
bondadosas es darnos cuenta de que incluso lo que parece ser ataque no
convierte al “atacante” en cruel, detrás del miedo que le impulsa al aparente
ataque sigue habiendo un corazón bondadoso y lleno de ternura. Tal vez algunos
de nosotros hemos empezado a darnos cuenta de esto acerca de nosotros mismos y
de otros. Reconocemos que hemos cometido errores, y que hemos actuado de manera
no amorosa, y sin embargo sabemos que, debajo de ese disfraz de ira y egoísmo,
nuestros corazones son bondadosos. No queremos hacer daño pero nos sentimos
impulsados a ello por las circunstancias, parece el único modo de sobrevivir.
Ésa es la mentira que el ego nos cuenta, que el ataque es necesario para la
supervivencia. El Curso nos pregunta:
¿No crees que el mundo tiene tanta necesidad de paz como tú? ¿No te
gustaría dársela en la misma medida en que tú deseas recibirla? Pues a menos
que se la des, no la recibirás. Si quieres recibirla de mí, tienes que darla.
La curación no procede de nadie más. (T.8.IV.4:1-5)
No hay ninguna cosa viviente que no comparta la Voluntad universal de
que goce de plenitud y de que tú no seas sordo a su llamada. (T.31.I.9:1)
Nuestro
camino a la salvación está en llegar a darnos cuenta de que todas las cosas
comparten la Voluntad universal de estar completas, que todo el mundo quiere la
paz al igual que nosotros y que, debajo de todos los disfraces que llevamos tan
fielmente, lo que somos, todos nosotros, es Amor.
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=4OrP_NVBfjI
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