LECCIÓN 49
La Voz de Dios me habla durante todo el día.
1. Es muy posible escuchar la Voz de Dios durante todo
el día sin que ello interrumpa para nada tus actividades normales. 2La
parte de tu mente donde reside la verdad está en constante comunicación con
Dios, tanto si eres consciente de ello como si no. 3Es la otra parte
de tu mente la que opera en el mundo y la que obedece sus leyes. 4Ésa
es la parte que está constantemente distraída, y que es desorganizada y
sumamente insegura.
2. La parte que está escuchando a la Voz de Dios es serena, está en continuo reposo y
llena de absoluta seguridad. 2Es la única parte que realmente
existe. 3La otra es una loca ilusión, frenética y perturbada,
aunque desprovista de toda realidad. 4Trata hoy de no prestarle
oídos. 5Trata de identificarte con la parte de tu mente donde la
quietud y la paz reinan para siempre. 6Trata de oír la Voz de Dios
llamándote amorosamente recordándote que tu Creador no se ha olvidado de Su
Hijo.
3. Hoy necesitaremos por lo menos cuatro sesiones de
práctica de cinco minutos cada una, e incluso más si es posible. 2De
hecho, trataremos de oír la Voz de Dios recordándote a Dios y a tu Ser. 3Abordaremos
el más santo y gozoso de todos los pensamientos llenos de confianza, sabiendo
que al hacer esto estamos uniendo nuestra voluntad a la Voluntad de Dios. 4Él
quiere que oigas Su Voz. 5Te la
dio para que la oyeses.
4. Escucha en profundo silencio. 2Permanece
muy quedo y abre tu mente. 3Ve más allá de todos los chillidos
estridentes e imaginaciones enfermizas que encubren tus verdaderos
pensamientos y empañan tu eterno vínculo con Dios: 4Sumérgete
profundamente en la paz que te espera más allá de los frenéticos y tumultuosos
pensamientos, sonidos e imágenes de este mundo demente. 5No vives
aquí. 6Estamos tratando de llegar a tu verdadero hogar. 7Estamos
tratando de llegar al lugar donde eres verdaderamente bienvenido. 8Estamos
tratando de llegar a Dios.
5. No te olvides de repetir la idea de hoy
frecuentemente. 2Hazlo con los ojos abiertos cuando sea necesario,
pero ciérralos siempre que sea posible. 3Y asegúrate de sentarte
quedamente y de repetir la idea cada vez que puedas, cerrando los ojos al
mundo, y comprendiendo que estás invitando a la Voz de Dios a que te hable.
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de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
“La Voz de Dios me
habla durante todo el día”
Instrucciones para
la práctica
Propósito:
Escuchar
a la parte de nuestra mente donde la Voz de Dios te está hablando siempre, e
identificarnos con ella.
Ejercicios
más largos: 4 veces (más si es posible), durante cinco minutos.
Éste es también otro ejercicio de meditación, como en las
Lecciones 41, 44, 45, y 47. Después de cerrar los ojos y repetir la idea (como
siempre: lentamente), entra en
meditación. De nuevo, me resulta útil pensar en el ejercicio como que tiene
tres aspectos:
- Pasa de largo la nube de pensamientos frenéticos y dementes que abarrotan la superficie de tu mente. Sumérgete en la parte de tu mente donde reina la calma, donde estás de verdad en tu hogar, y donde la Voz de Dios te habla. Sumergirte en esta parte también significa escuchar a esta parte.
- Retira tu mente de las distracciones repitiendo la idea.
- Por encima de todo, mantén en la mente la actitud de que ésta es la cosa más feliz y más sagrada que puedes hacer, y de que confías en que puedes hacerlo, porque Dios lo quiere.
Recordatorios
frecuentes: Muy a menudo.
Hay una variedad de opciones, que van desde practicar en
situaciones no fáciles a la forma ideal de práctica. Esta variedad se aplica a todas las lecciones:
1. Repite la idea
con los ojos abiertos cuando tengas que hacerlo así.
2. Repítela con
los ojos cerrados cuando te sea posible.
3. Siempre que
puedas, siéntate tranquilamente, cierra los ojos, y repite la idea. Haz que
esto sea una invitación a la Voz de Dios para que te hable.
Comentario
“La Voz de Dios me habla
durante todo el día”. ¡Sí, lo hace! Te puede parecer ilusorio cuando dices esta
frase, pero no lo es. La Voz de Dios nos habla durante todo el día, todos los
días. “La parte de tu mente donde reside la verdad (es decir, la mente recta)
está en constante comunicación con Dios, tanto si eres consciente de ello como
si no” (1:2). Normalmente no somos conscientes de esta comunicación, aunque
podemos serlo. Nuestra consciencia sencillamente no está a la escucha.
Es como una señal de radio.
Aquí en Sedona, tenemos una emisora de radio que se llama KAZM (“abismo”, curioso
¿eh?). KAZM está en comunicación con mi radio todo el día, pero puede que yo no
tenga mi radio puesta en esa emisora. El Espíritu Santo está en comunicación
con mi mente todo el día, pero puede que yo no Le esté escuchando.
Hay otra parte de nuestra mente
que se ocupa de los asuntos de este mundo. Ésa es la parte de la que somos
conscientes la mayor parte del tiempo. La llamaré “mente errónea” para que
podamos distinguirlas. En realidad esta parte no existe, y la parte que escucha
a Dios (mente recta) es en realidad la única parte que existe (2:2-3). Por consiguiente, hablar de
“partes” de nuestra mente es sólo una invención útil.
La mente errónea es una
ilusión. La mente recta es real. La mente errónea está angustiada, desesperada,
llena de un enloquecido parloteo de “pensamientos” que se parecen al Conejo
Blanco de Alicia en el País de las Maravillas. La mente recta es “serena, está
en continuo reposo y llena de absoluta seguridad” (2:1). La mente recta es de
lo que habló la Lección 47 al decir:
“Hay un lugar en ti donde hay perfecta paz” (L.47.7:4). En este lugar,
“la quietud y la paz reinan para siempre” (2:5).
Podemos elegir qué voz
escuchar, a qué “parte” de nuestra mente hacerle caso: la voz desesperada de
preocupación o la Voz llena de paz. ¿Parece difícil creer que dentro de
nosotros hay un lugar de perfecta calma, como en el centro de un huracán? Pues,
lo hay. A mí me parecía difícil de creer, pero cuando empecé a buscarlo, empecé
a encontrarlo.
A menudo, cuando al
principio intentamos encontrarlo, la otra voz grita tan alto que parece que no
podemos ignorarla (que es lo que la lección nos dice que hagamos). Justo el
otro día alguien me contaba que cuando se sentaba en meditación, la llegada de
la paz era tan aterradora que tenía que levantarse y ponerse a hacer algo. ¿No
es extraño que la paz nos resulte tan poco deseable? Siéntate durante unos
minutos intentando estar en paz, y algo dentro de ti empieza a gritar: “¡No
puedo aguantarlo!”. Ésa es la voz frenética de desesperación. La lección nos
dice: “Trata hoy de no prestarle oídos” (2:4).
¡Merece el esfuerzo! El
lugar de paz está ahí en todos nosotros, y cuando lo encontramos: ¡Ahhh!
Todavía tengo días en que parece que no puedo parar el parloteo constante de mi
mente, pero están aumentando los momentos en los que me sumerjo en la paz, por
lo cual estoy muy agradecido. Únicamente tienes que dejar toda actividad por un
momento para encontrar la paz; no puedes encontrarla sin sentarte, sin
aquietarte, sin desconectarte de todo lo de fuera por un momento. De otro modo,
el mundo distrae demasiado al principio.
Finalmente podemos aprender
a encontrar esta paz en cualquier momento, en cualquier lugar, e incluso
llevarla con nosotros en situaciones caóticas. Sin embargo, al principio,
necesitamos desarrollar la quietud para encontrarla, cerrar los ojos al mundo,
pasar de largo la superficie tormentosa de nuestra mente y entrar en el centro
profundo y sereno, pidiéndole a la Voz de Dios que nos hable.
Un pensamiento más. Podrías
pensar, a causa de esta lección, que si la “emisora de radio” de Dios siempre
está funcionando, tiene que ser fácil oír Su Voz. Falso. La voz del ego se
describe aquí como “chillidos estridentes” (4:3), “frenéticos y tumultuosos
pensamientos, sonidos e imágenes” (4:4), y “constantemente distraída” (1:4). Al
principio, escuchar la Voz de Dios es como intentar meditar en medio de una
revuelta callejera. Es como intentar componer una nueva melodía mientras está
tocando una banda musical de rock. O como intentar escribir una carta con toda
atención mientras tres personas te están gritando cosas distintas en los oídos.
No es nada fácil. Requiere mucha atención y concentración. Y sobre todo,
requiere mucha voluntad. “La Voz del Espíritu Santo es tan potente como la
buena voluntad que tengas de escucharla” (T.8.VIII. 8:7).
Tienes que estar dispuesto a
ignorar esa otra voz. Los chillidos del ego no suceden sin nuestro
consentimiento, no proceden de algún demonio malvado que intenta hacer fracasar
nuestros esfuerzos de oír la Voz de Dios. Son nuestro propio deseo que toma
forma, eso es todo. Nos hemos pasado muchísimo tiempo escuchando al “fabricador
de ruidos” en nuestra mente. Tenemos que empezar a evitarlo y a elegir
desenchufarlo.
Así que, oír al Espíritu
Santo no es algo que sucede de la noche a la mañana, lee sobre esto hoy,
empieza a ser “divinamente guiado en todo lo que hagas” mañana. No, no es así
de sencillo. De hecho, en el Texto Jesús dice que aprender a escuchar sólo esa Voz fue la última lección que
Él aprendió y que requiere esfuerzo y gran voluntad (ver T.5.II.3:7-11).
“El Espíritu Santo se
encuentra en ti en un sentido muy literal. Suya es la Voz que te llama a
retornar a donde estabas antes y a
donde estarás de nuevo. Aún en este mundo es posible oír sólo esa Voz y ninguna
otra. Ello requiere esfuerzo así como un gran deseo de aprender. Ésa es la
última lección que yo aprendí, y los Hijos de Dios gozan de la misma igualdad
como alumnos que como Hijos de Dios” (T.5.II.3:7-11).
Por eso, empecemos hoy mismo
a aprender esta lección tan importante. Escuchemos.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-49-audios-mp3_rf_3905563_1.htmlVIDEO Mich Gaymard:
http://www.michelgaymard.com/site/leccion-49-un-curso-de-milagros-la-voz-de-dios-me-habla-durante-todo-el-dia/
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