LECCIÓN 233
Hoy le doy mi vida a Dios para que Él la guíe.
1. Padre, hoy te entrego todos
mis pensamientos. 2No quiero quedarme con ninguno de ellos. 3En su lugar,
dame los Tuyos. 4Te entrego asimismo todos mis actos, de manera que
pueda hacer Tu Voluntad en lugar de ir en pos de metas inalcanzables y perder
el tiempo en vanas imaginaciones. 5Hoy vengo a Ti. 6Me haré a un
lado y simplemente Te seguiré. 7Sé Tú el Guía hoy, y yo el seguidor que no duda de
la sabiduría de lo Infinito, ni del Amor cuya ternura no puedo comprender, pero
que es, sin embargo, el perfecto
regalo que Tú me haces.
2. Hoy nos dirige un solo Guía. 2Y mientras caminamos juntos le entregamos este día
sin reserva alguna. 3Éste es Su día. 4Y por eso es un día de incontables dones y de
infinitas mercedes para nosotros.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 233
- 21 AGOSTO
“Hoy le doy
mi vida a Dios para que Él la guíe”
Instrucciones para la práctica
Ver las
instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del
Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Una
cosa que me parece muy interesante acerca del Curso es que no es quisquilloso
en su teología. Hay lugares en el Curso que dejan muy claro que Dios ni
siquiera oye las palabras de nuestras oraciones y que, conociendo únicamente la
Verdad, Él no conoce nuestros errores. Entonces, “lógicamente” las oraciones
“deberían” ser dirigidas al Espíritu Santo o a Jesús, de los que se habla como
intermediarios entre la verdad y las ilusiones, o un puente entre nosotros y
Dios. Sin embargo, aquí en la Segunda Parte del Libro de Ejercicios tenemos 140
lecciones, cada una de las cuales contiene una oración dirigida al “Padre”.
En la
lección de hoy, Le pedimos al Padre que nos guíe. Pero en otro sitio, se define
ser Guía como la función del Espíritu Santo. Así que tengo la sensación de que
Jesús (el autor) no está preocupado por la estricta exactitud teológica. Pienso
que él es un buen ejemplo a seguir para nosotros. ¿Nos pediría que orásemos al
Padre si fuera una práctica espiritual sin importancia?
Si no
sacáramos nada más del Curso que la práctica de darle nuestra vida a Dios para
que Él nos dirija, estaríamos rápidamente de vuelta en el Hogar. Podemos
pedirle que reemplace nuestros pensamientos con los Suyos, y que durante el día
dirija todo lo que pensamos, todo lo que hacemos y decimos. Literalmente pensar
o actuar por nuestra propia cuenta es una pérdida de tiempo. Su sabiduría es
infinita, Su Amor y Su ternura están más allá de lo que podemos comprender.
¿Podemos pedir un Guía más fiable?
El
primer paso para seguir la dirección de Dios es hacernos a un lado, soltar las riendas de nuestra vida y ponerlas
voluntariamente bajo Su control. Su dirección llegará. A veces, tal vez en muy
pocas ocasiones, oiremos una Voz interior. Por experiencia personal, esto es
muy raro. Otras veces, sucederán cosas a nuestro alrededor que nos mostrarán
muy claramente el camino. O una seguridad interior surgirá sin razón aparente.
Quizá como “por casualidad” nos daremos cuenta de algo que dice alguien, o una
canción en la radio, o una frase de un libro. Si estamos escuchando para oírle,
Le oiremos.
Otra
solución es entregarle nuestro día a Él “sin reserva alguna” (2:2), es decir,
sin quedarnos nada para solucionar por nuestra cuenta. A veces estamos tan
obsesionados con lo que pensamos que queremos o necesitamos, que no estamos
dispuestos a oír nada en contra de ello. Y si no estamos dispuestos a oír, no
oiremos. Somos como un carrito de la compra roto, que siempre tira para la
izquierda o para la derecha, no respondemos bien a la dirección. Tenemos que
estar dispuestos a renunciar a todas nuestras preferencias, a toda nuestra
inversión en un resultado determinado de antemano, y volvernos completamente
dóciles, completamente abiertos a cualquier dirección que Él quiera darnos.
Como dice un viejo cántico cristiano:
Hágase Tu Voluntad, Señor,
Hágase Tu Voluntad.
Tú eres el alfarero,
Yo soy la arcilla.
Moldéame y hazme,
Según Tu Voluntad,
Mientras espero,
Cediendo y en silencio.
Eso es
lo que significa hacernos a un lado. Así es como le damos nuestra vida a Dios
para que Él la guíe. Él nos guía. Nosotros Le seguimos, sin dudar.
¿Qué es la salvación? (Parte 3)
L.pII.2.2:1-3
El
Pensamiento de la paz que es nuestra salvación “le fue dado al Hijo en el mismo
instante en que su mente concibió el pensamiento de la guerra” (2:1). No
transcurrió ningún tiempo entre el pensamiento de la guerra y el Pensamiento de
la paz. La salvación se dio en el mismo instante en que surgió la necesidad. El
Texto nos ofrece una imagen preciosa de esto, que dice: “No se perdió ni una
sola nota del himno celestial” (T.26.V.5:4). La paz del Cielo no se vio
alterada en absoluto. Y habiéndose contestado, el problema se resolvió para
todo el tiempo y por toda la eternidad, en aquel instante de la eternidad.
Sin
embargo, nuestro descubrimiento de la salvación necesita tiempo. O por lo menos
así parece. Una semejanza: Imagínate que de repente, por una razón desconocida
hasta ahora, te ves con la carga de pagar unos impuestos de hacienda de 10.000
euros, pero en ese mismo instante alguien deposita un millón de euros en tu
cuenta corriente. Podrías pasar un montón de tiempo intentando conseguir el
dinero que necesitas si no sabes que lo tienes en tu cuenta corriente, pero en
realidad no tienes que hacer nada porque el problema ya está resuelto.
Entonces, todo lo que necesitas hacer es dejar de intentar solucionar el
problema y aprender que ya se ha solucionado.
Antes
de que surgiese el pensamiento de la separación (o de la guerra), no había
necesidad del “Pensamiento de la paz”. La paz simplemente existía, sin opuestos. Así que podría decirse que el problema creó
su propia solución. Antes del problema, no había solución porque no había
necesidad de solución. Pero cuando surgió el problema, la solución ya estaba
allí. “Una mente dividida, no obstante, tiene necesidad de curación” (2:3). El
pensamiento de separación es lo que hace necesario el pensamiento de sanación,
pero cuando se acepta la sanación, o cuando se abandona el pensamiento de
separación, ya no es necesaria la sanación. La sanación es un remedio temporal
(relacionado con el tiempo). En el Cielo no hay necesidad de sanación.
Como el
Curso dice acerca del perdón, debido a que hay una ilusión de necesidad, se necesita
una ilusión de respuesta o solución. Pero esa “respuesta” es la simple
aceptación de lo que siempre ha sido verdad, y siempre lo será. La paz
simplemente existe, y la salvación consiste en nuestra aceptación de ese hecho.
Tal como el Curso la ve, la salvación no es una respuesta divina activa a una
necesidad real. En lugar de ello, es una aparente respuesta a un problema que
no existe en la realidad.
Por eso
el Curso le llama a nuestro camino espiritual “un viaje sin distancia”
(T.8VI.9:7) y ciertamente “una jornada que nunca comenzó” (L.225.2:5). Mientras
estamos en él, el viaje parece muy real, y a menudo muy largo. Cuando termine,
sabremos que nunca abandonamos el Cielo, nunca fuimos a ninguna parte, y
siempre hemos estado donde estamos: en el Hogar en Dios. El viaje en sí mismo
es imaginario. Consiste en aprender poco a poco que la distancia que percibimos
entre nosotros y Dios no existe realmente.
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-233-audios-mp3_rf_5038090_1.html
VIDEO Mich Gaymard:
http://www.michelgaymard.com/site/leccion-233-hoy-le-doy-mi-vida-a-dios-para-que-el-la-guie/
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