LECCIÓN 234,
Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo.
1. Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa
hayan desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos
habíamos apartado. 2Sólo un instante ha transcurrido entre la
eternidad y lo intemporal. 3Y fue tan fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad o en los
pensamientos que están eternamente unidos cual uno solo. 4Jamás
ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. 5Hoy
aceptamos la veracidad de este hecho.
2. Te agradecemos, Padre, que
no podamos perder el recuerdo de Ti ni el de Tu Amor. 2Reconocemos
nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los dones que nos has
concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado, por Tu inagotable
paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados.
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Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 234
- 22 AGOSTO
“Padre, hoy
vuelvo a ser Tu Hijo”
Instrucciones para la práctica
Ver las
instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del
Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Esta
lección trata de disfrutar del Cielo por anticipado.
Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa
hayan desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos
habíamos apartado. (1:1)
Eso es
lo que hacemos cada día cuando nos acercamos a Dios en esos momentos de quietud
y silencio. Nos estamos ofreciendo a nosotros mismos un anticipo del Cielo.
Ahora mismo, en este mismo instante, imagínate que todos tus sueños de pecado y
de culpa han desaparecido. Imagínate que todo el miedo ha desaparecido, ¡todo
el miedo! Imagínate que cada pensamiento de conflicto ha desaparecido.
Imagínate que no hay nada y que no puede haber nada que altere tu perfecto
reposo.
Lo que
estás imaginando es real, el verdadero estado de cómo son las cosas.
Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del
Hijo. (1:4)
Los
sueños de pecado y de culpa, el sueño de miedo, el sueño de conflicto, el sueño
de cualquier alteración, es sólo eso: un sueño. Nada más que un sueño.
Abandónalo. Déjalo ir, sin ningún significado ni sentido. Sólo una burbuja en
la corriente.
Sólo un instante ha transcurrido entre la eternidad y lo intemporal. Y
fue tan fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad o en los pensamientos
que están eternamente unidos cual uno solo. Jamás ocurrió nada que perturbase
la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. Hoy aceptamos la veracidad de este
hecho. (1:2-5)
En
estos momentos de recuerdo, estos instantes santos que dedicamos cada día,
estamos anticipando el momento en que
nuestras pesadillas ya han desaparecido. No, todavía no estoy allí, tampoco tú,
no en nuestra experiencia, aunque sí en la realidad; tal como afirma la
lección: nunca nos apartamos (1:1). Nunca hubo una “interrupción en la
continuidad”, y ni siquiera se perdió una nota en la melodía del Cielo. Sin
embargo, la mayor parte del tiempo todavía estamos viviendo en el sueño. Pero
podemos sentir momentos de anticipación, experiencias directas de la verdad.
Eso es lo que buscamos ahora mismo. Un momento de anticipación. Una sensación
en el centro de nuestro ser, algo que identificamos con la palabra “paz”, algo
que las palabras no pueden expresar.
Éstos
son momentos de práctica en los que voluntariamente nos elevamos por encima de
nuestra experiencia mundana normal. Elegimos “aceptar como totalmente
verdadero” el hecho de que la paz de Dios, el Padre y el Hijo, nunca se ha visto alterada. Sólo por un
momento, ahora mismo, nos permitimos creerlo. No nos preocupa si dentro de
quince minutos no lo creemos. No nos preocupa qué le sucederá a nuestra vida si
lo creemos. No tenemos en cuenta toda la evidencia en contra que nos han traído
nuestros sentidos en el pasado. Sencillamente dejamos que todo eso desaparezca,
y sentimos profundamente el ambiente del Cielo. Esto es mi Hogar. Esto es lo
que verdaderamente quiero. Esto es la verdad. Esto es todo lo que quiero.
Si
surgen en nuestra mente pensamientos de pecado, o de culpa, o de miedo,
simplemente los despedimos. “Esto no es lo que quiero sentir ahora. Ahora
quiero la paz de Dios. Ahora mismo tengo la paz de Dios”.
Jesús,
nuestro Hermano Mayor, se une a nosotros y nos dirige en la oración, orando con
nosotros:
Te agradecemos, Padre, que no podamos perder el recuerdo de Ti ni el
de Tu Amor. Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los
dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado,
por Tu inagotable paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido
salvados. (2:1-2)
¿Qué es la salvación? (Parte 4)
L.pII.2.2:4-5
Para
nuestra mente, la separación es real. “La separación es un sistema de
pensamiento que si bien es bastante real en el tiempo, en la eternidad no lo es
en absoluto” (T.3.VII.3:2). “La mente puede hacer que la creencia en la separación sea muy real” (T.3.VII.5:1). La mente se siente a sí misma dividida, separada de Dios,
y con un trozo de mente separada de los otros trozos. Ésta es nuestra
experiencia en el tiempo, y es “bastante real” en el tiempo, aunque no es real
en la eternidad. En realidad, la mente no está dividida realmente,
sencillamente no reconoce su unidad (2:4). Pero dentro de esa mente única, la
experiencia de la separación parece
real.
Piensa
en cualquier sueño nocturno que hayas tenido en el que te hayas relacionado con
otras personas. Tú eres tú mismo en el sueño, y los otros son otros personajes.
Quizá alguien te está haciendo el amor. Quizá tú estás discutiendo con alguien,
o te está persiguiendo un monstruo. Dentro del sueño, cada personaje es
distinto y separado. Las otras personas en el sueño pueden decir o hacer cosas
que te sorprenden o que no entiendes. Y sin embargo, de hecho, ¡cada uno de
esos “otros personajes” sólo existe en tu propia mente y en tu propio sueño! Tu
mente los está inventando. En el sueño hay separación entre los personajes. En
realidad sólo hay una mente, y diferentes aspectos de esa mente se están
relacionando unos con otros como si fueran seres diferentes.
Según
el Curso, esto es exactamente lo que está sucediendo en todo este mundo. Es una
sola mente, experimentando diferentes aspectos de sí misma como si fueran seres
separados. Dentro de ese sueño la separación entre los diferentes personajes
parece ser clara y distinta, insalvable. Y sin embargo, la mente sigue siendo
una. La única mente no se reconoce no se conoce a sí misma, “al no conocerse a
sí misma, pensó que había perdido su Identidad” (2:5). Pero, de hecho, la
Identidad no se perdió, únicamente en el sueño.
Y así,
dentro de cada trozo de la mente que no reconoce su unidad, Dios puso el
Pensamiento de la paz, “el Pensamiento que tiene el poder de subsanar la
división” (2:4). Esta “parte de cada fragmento” (2:4) recuerda la Identidad de
la mente. Es una parte que es compartida por cada fragmento. Como un hilo
dorado que recorre una pieza de tela, nos une a todos juntos, y lleva
constantemente a los fragmentos aparentemente separados hacia su verdadera
unidad. Este Pensamiento dentro de nosotros sabe que “Jamás ocurrió nada que
perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo” (L.234.1:4).
Este
Pensamiento, que Dios puso dentro de nosotros, es lo que buscamos cuando nos
aquietamos en el instante santo. Al acallar todos los pensamientos separados,
escuchamos Su Voz dentro de nosotros, hablándonos de nuestra unidad, nuestra
compleción y plenitud, nuestra paz eterna. Este Pensamiento tiene el poder de
sanar la separación, de deshacer la aparente realidad de nuestra ilusión de
separación, y de devolverle a la Filiación la consciencia de su unidad. “La
salvación reinstaura en tu conciencia la integridad de todos los fragmentos que
percibes como desprendidos y separados” (M.19.4:2).
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-234-audios-mp3_rf_5038324_1.html
VIDEO Mich Gaymard:
http://www.michelgaymard.com/site/leccion-234-padre-hoy-vuelvo-a-ser-tu-hijo/
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