LECCIÓN 277
No dejes que aprisione a Tu Hijo con leyes que yo mismo inventé.
1. Tu Hijo es libre, Padre mío. 2No
dejes que me imagine que lo he aprisionado con las leyes que yo mismo inventé
para que gobernasen el cuerpo. 3Él no está sujeto a ninguna de las leyes que
promulgué para ofrecerle más seguridad al cuerpo. 4Lo
que cambia no puede alterarlo a él en absoluto. 5Él no es esclavo de
ninguna de las leyes del tiempo. 6Él es tal como Tú lo creaste porque no
conoce otra ley que la del amor.
2. No adoremos ídolos ni creamos en ninguna ley que la
idolatría quiera maquinar para ocultar la libertad de que goza el Hijo de Dios.
2El Hijo de Dios no está
encadenado por nada excepto por sus propias creencias. 3Mas lo que
él es, está mucho más allá de su fe en la esclavitud o en la libertad. 4Es
libre por razón de Quién es su Padre. 5Y nada puede aprisionarlo a menos que la verdad de
Dios pueda mentir y Dios pueda disponer engañarse a Sí Mismo.
--------------------------------Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 277
- 4 OCTUBRE
“Que no
aprisione a Tu Hijo con leyes que yo mismo inventé”
Instrucciones para la práctica
Ver las
instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del
Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Cuando
el Curso usa la palabra “Hijo” en este contexto, dirigiéndose a Dios con
respecto a Su Hijo, la palabra generalmente se refiere a toda la Filiación que
incluye a todos mis hermanos y hermanas así como a mí mismo. En otras palabras,
“Tu Hijo” puede ser cualquiera en quien mi mente piense. Así que cuando digo:
“Que no aprisione a Tu Hijo”, me refiero a mi jefe, a mi esposa, mis amigos, mi
familia, o a quienquiera con quien me encuentre hoy. Es una buena oración para repetir
a menudo al relacionarme con cualquiera hoy.
La otra
noche en nuestro grupo de estudio local, una mujer compartió una comprensión
que tuvo. Dijo que se había dado cuenta de que cuando ella ponía un límite a
alguien en su mente, si esa persona ya estaba aceptando ese límite en su propia
mente ella lo estaba reforzando. Y también, ella estaba poniéndose a sí misma
el mismo límite. Podemos ver este proceso sorprendentemente en una situación
entre padres o profesores y niños. Se manifiesta de una manera muy gráfica. El
niño a menudo manifiesta los límites que el adulto “ve” en él, ya sean reales o
no esos límites. Sin embargo, el hecho de que no lo veamos tan claramente con
adultos no significa que no esté sucediendo todo el tiempo. Cuando limitamos a
alguien en nuestra mente, literalmente podemos estar aprisionándolos con leyes
que hemos inventado.
“Tu
Hijo es libre, Padre mío” (1:1). Y cada persona que encontramos hoy es ese
Hijo, igualmente libre. Todos hemos leído historias de cómo la negativa de un padre,
compañero o amigo a aceptar los límites “normales” de alguien le ha permitido
superar esos límites (historias de curaciones “imposibles”, etc.). Éstas son
sólo demostraciones básicas del poder de la idea de hoy. Los límites a los que
se refiere el Curso no son sólo físicos o intelectuales, sino límites como la
culpa y el pecado. Cuando creemos que a una persona es imposible ayudarla o que
no tiene remedio, la aprisionamos con leyes que nosotros hemos inventado.
Imaginamos un grado de dificultad en los milagros y se lo imponemos a aquellos
que nos rodean. “No hay grados de dificultad en los milagros” es el primer
principio de los milagros (T.1.I.1:1).
Lo que cambia no puede alterarlo a él (quienquiera que sea) en
absoluto. (1:4)
Sigue
siendo el perfecto Hijo de Dios, tal como Dios le creó. No ha sido estropeado o
marcado por nada de este mundo porque todo lo de este mundo cambia. El Hijo de
Dios no ha cambiado por nada que le haya sucedido a su cuerpo, que cambia. Una
pluma no puede rayar un diamante, ni siquiera un montón de plumas, ni siquiera
una pluma de avestruz. Se nos pide recordar esto acerca de nuestros hermanos,
ellos no han cambiado por lo que parecen ser sus pecados o errores. Tampoco son
“esclavos de ninguna de las leyes del tiempo” (1:5); esto anula nuestra
continua creencia de que una curación puede llevar mucho tiempo, por ejemplo.
Sólo los gobierna una ley: la ley del Amor (1:6).
Nuestros
hermanos no están encadenados por nada excepto por sus propias creencias (2:2).
Y lo que son “está mucho más allá de su fe en la esclavitud o en la libertad”
(2:3). Su apariencia limitada es algo muy débil, que apenas tapa la sólida
realidad de santidad y amor que hay debajo. No pueden estar encadenados “a
menos que la verdad de Dios pueda mentir y Dios pueda disponer engañarse a Sí
Mismo” (2:5). ¿Qué clase de Dios sería ése?
¿Y si
hoy mirase a todos a mi alrededor desde este punto de vista? ¿Qué milagros
sucederían? ¿Qué cadenas se soltarían? ¿Qué persona ciega podría ver de nuevo?
¿Qué antigua herida del corazón podría sanar? Ésa es exactamente nuestra
función aquí como obradores de milagros.
¿Qué es el Cristo?
(Parte 7)
L.pII.6.4:1
“El
Espíritu Santo se extiende desde el Cristo en ti hasta todos tus sueños, y los
invita a venir hasta Él para que puedan ser transformados en la verdad” (4:1).
Por lo tanto, que no Le esconda hoy ninguno de mis sueños. Que ninguna
sensación de vergüenza me impida llevárselos. Él no me condenará. Él no se
asusta por nada de lo que ve en nosotros, nada Le afecta. Al contrario, “Cristo
ama lo que ve en ti” (T.13.V.9:6), pues Él pasa de largo la ilusión de pecado y
sólo ve la realidad del amor que ha estado ocultando.
En cada
pensamiento de ataque Él ve nuestra petición de amor. En cada temblor de miedo
Él oye una petición de ayuda. En todos nuestros deseos de cosas de este mundo
Él contempla nuestro deseo de estar completos. Cualquier cosa que Le llevemos,
Él lo transforma en la verdad. Nada queda fuera del alcance de la salvación,
nada queda fuera del alcance de la Expiación. “La tarea del Espíritu Santo
consiste, pues, en reinterpretarnos a nosotros en nombre de Dios”
(T.5.III.7:7). Todo lo que Le llevamos, lo transforma en la verdad. Pero sólo
si lo llevamos a Él. Si lo escondemos, Él no puede ayudarnos.
Llévale, por lo tanto, todos tus pensamientos tenebrosos y secretos,
y contémplalos con Él. (T.14.VII.6:8)
Ábrele todas las puertas y pídele que entre en la oscuridad y la
desvanezca con Su luz. (T.14.VII.6:2, debería leerse todo el párrafo)
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-277-audios-mp3_rf_8474024_1.html
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=yOC90cnpPPk
No hay comentarios:
Publicar un comentario