LECCIÓN 294
Mi cuerpo es algo completamente neutro.
1. Soy un Hijo de Dios. 2¿Cómo iba a poder
ser también otra cosa? 3¿Acaso creó Dios lo mortal y lo corruptible?
4¿De qué le sirve al bienamado Hijo de Dios lo que ha de morir? 5Sin
embargo, lo que es neutro no puede ver la muerte, pues allí no se han
depositado pensamientos de miedo, ni se ha hecho de ello una parodia del amor. 6La
neutralidad del cuerpo lo protege mientras siga siendo útil. 7Una
vez que no tenga ningún propósito, se dejará a un lado. 8No es que
haya enfermado, esté viejo o lesionado. 9Es que simplemente no
tiene ninguna función, es innecesario, y, por consiguiente, se le desecha. 10Haz
que hoy no vea en él más que esto: algo que es útil por un tiempo y apto para
servir, que se conserva mientras pueda ser de provecho, y luego es reemplazado
por algo mejor.
2. Mi cuerpo,
Padre, no puede ser Tu Hijo. 2Y lo que no ha sido creado no puede
ser ni pecaminoso ni inocente; ni
bueno
ni malo. 3Déjame,
pues, valerme de este sueño para poder ser de ayuda en Tu plan de que
despertemos de todos los sueños que urdimos.
--------------------------------Ayuda para las lecciones:
de Robert Perry y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf
LECCIÓN 294 - 21 OCTUBRE
“Mi cuerpo es algo
completamente neutro”
Instrucciones
para la práctica
Ver las instrucciones para
la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o
en la Tarjeta de Práctica de este
libro.
Comentario
Esta frase resume la actitud
del Curso hacia el cuerpo. No es “ni bueno ni malo” (2:2), es neutro. Su valor o que sea perjudicial procede del uso que hagamos
de él, del propósito al que sirve.
Hay una
actitud hacia el cuerpo que lo ve como bueno, siempre merecedor de que
respetemos sus deseos. Si alguien me excita sexualmente, debería satisfacer ese
deseo. Si tengo hambre, debería comer; si estoy cansado, debería dormir. Toda
represión de los deseos físicos está equivocada. Este punto de vista identifica
incorrectamente mi cuerpo con mi ser. Convierte al cuerpo no sólo en algo bueno
sino en Dios.
Hay otra
actitud hacia el cuerpo que lo considera malvado. Por lo tanto, debo dominar y
reprimir todos mis impulsos. Este punto de vista niega que el cuerpo es en
cierto modo una expresión de mi ser. Considera al cuerpo un demonio. Produce
culpa sin fin por cualquier deseo físico.
El Curso
dice que el cuerpo no es ni bueno ni malo. Es neutro. No es ni pecaminoso ni
inocente. Su única utilidad es la de despertar del sueño, o comunicar la
salvación. Este enfoque no comete el error de identificarme con mi cuerpo. No
me hace sentir mal por tener impulsos, ni por ignorar algunos de esos impulsos.
Ni exalta ni condena al cuerpo. Acepta el cuerpo como un instrumento, útil para
el propósito de la verdad y nada más. No ve ningún propósito en las metas
corporales en sí.
La
lección afirma: “Soy un Hijo de Dios” (1:1). Y no soy “otra cosa”, “mortal y corruptible” (1:2-3). Dios no
creó el cuerpo mortal y corruptible, y al Hijo de Dios no le sirve de nada lo
que va a morir (1:4). Sin embargo, si se ve el cuerpo como algo neutro, “no puede
ver la muerte” (1:5). ¿Por qué? Porque “allí no se han depositado pensamientos
de miedo, ni se ha hecho de ello una parodia del amor” (1:5). Sentimos la
muerte (aparentemente) cuando consideramos al cuerpo como malvado
(“pensamientos de miedo”) o como bueno (“una parodia del amor”). Considerar al
cuerpo neutro “lo protege mientras siga siendo útil” (1:6). En otras palabras,
para la mente que ha sanado, el cuerpo no puede morir hasta que haya hecho su
trabajo. Dura tanto como sea necesario a la mente para sus propósitos de
sanación en este mundo, y luego simplemente “se dejará a un lado” porque ya no
tiene “ningún propósito” (1:7). Esto no es muerte
sino simplemente el fin del cuerpo. Como dice “La Canción de la Oración”: “Lo
llamamos muerte pero es la libertad” (C.3.II.3:1).
Cuando una mente que ha
sanado ya no necesita más el cuerpo, el cuerpo simplemente se deja a un lado. “No es que
haya enfermado, esté viejo o lesionado. Es que simplemente no tiene ninguna
función, es innecesario y, por consiguiente, se le desecha” (1:8-9). Ha habido
unos pocos que han sentido esta especie de fin del cuerpo que no es muerte.
Robert me dice que ha leído de un monje tibetano que un día anunció a sus
seguidores que su trabajo con el cuerpo estaba casi terminado y que abandonaría
el cuerpo en unos pocos meses. Incluso dio la fecha exacta. Y aquel mismo día
se sentó en meditación en la postura de loto y sencillamente lo abandonó. No
estaba “enfermo, viejo o lesionado”. Sencillamente su cuerpo ya no era
necesario.
¿Cómo
podemos alcanzar un estado tan elevado y una muerte tan dulce (si se le puede
llamar “muerte”)? La lección indica que nuestro camino está en poco a poco ir
considerando a nuestro cuerpo como “algo que es útil por un tiempo y apto para
servir, que se conserva mientras pueda ser de provecho, y luego es reemplazado por algo mejor” (1:10). No es ni
una carga ni una meta en sí mismo. Sólo es un instrumento. Lo usamos en este
sueño para “ser de ayuda en Tu plan de que despertemos de
todos los sueños que urdimos” (2:3), y para nada más que eso. Considerar neutro
al cuerpo es lo que lo protege mientras sea útil en este plan. Cuando nuestra
mente está de acuerdo con el plan de Dios, valoramos el cuerpo por su utilidad
para llevar a cabo el plan, y no por sí mismo. Ni lo exaltamos ni abusamos de
él. No luchamos por conservar el cuerpo ni por abandonarlo. Sólo lo usamos para
llevar a cabo nuestra función.
¿Qué
es el mundo real? (Parte 4)
L.pII.8.2:3-6
Cuando vemos el mundo real,
“Allí sólo hay reposo” (2:3). No hay
conflicto, no hay “lucha”. Pienso que cuando vea el mundo real, habrá muy poco
o ninguna sensación de prisa. Hay una actitud hacia la espiritualidad que
infunde lo que es casi un modo de pánico: “¡Tenemos que arreglar las cosas,
tenemos que hacerlo bien, inmediatamente!”. Esto no es reposo. La visión del
mundo real es una visión tranquila, que nos llena de la seguridad de que “Nada
real puede ser amenazado” (T.In.2:2) y, por lo tanto, no hay necesidad de
pánico.
“No se
oyen gritos de dolor o de pesar, pues allí nada está excluido del perdón”
(2:4). No creo que esto signifique que nos volvamos indiferentes al sufrimiento
del mundo. En el Texto, el Curso nos dice: “El amor
siempre responde, pues es incapaz de negar una petición de ayuda, o de no oír
los gritos de dolor que se elevan hasta él desde todos los rincones de este
extraño mundo que construiste, pero que realmente no deseas” (T.13.VII.4:3). Lo
que pienso que esta línea significa es que los gritos de dolor y sufrimiento no
se oyen como testigos del miedo, sino como peticiones de ayuda, como algo que
necesita una respuesta de amor en lugar de una respuesta de terror. La mente
que ha sanado y ve el mundo real no se angustia por los gritos de dolor y
sufrimiento porque sabe que “nada está excluido del perdón”
(2:4). Nada está sin esperanza.
Y las escenas que se ven son apacibles, pues sólo
escenas y sonidos felices pueden llegar hasta la mente que se ha perdonado a sí
misma. (2:5-6)
Debajo
de los sonidos de miedo, la mente que se ha perdonado a sí misma oye los himnos
de gratitud (L.293.2:2). La canción del amor es más alta que el canto fúnebre
del miedo. Todo lo que se ve lleva la nota de la salvación.
Hay una manera de contemplarlo todo que te acerca más a Él y a la
salvación del mundo. (L.193.13:1)
AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo
http://www.ivoox.com/lecciones-curso-milagros-294-audios-mp3_rf_8491659_1.html
VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=pqS1pz_V9ks
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