Lección 345 - 11 de Diciembre, “Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí”

Lecciones UN CURSO DE MILAGROS



LECCIÓN 345

Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.

1. Padre, todo milagro es un reflejo de los regalos que me haces a mí, Tu Hijo. 2Y cada uno que concedo retorna a mí, recordándome que la ley del amor, es universal. 3Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. 4Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo. 5Padre, en el Cielo es diferente, pues allí no hay necesidades. 6Pero aquí en la tierra, el milagro se parece más a tus regalos que cualquier otro regalo que yo pueda hacer. 7Así pues, déjame hoy hacer solamente este regalo, que al haber nacido del verdadero per­dón, ilumina el camino que debo recorrer para poder recordarte.
2. Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. 2La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. 3Éste hallará descanso hoy, pues nosotros ofreceremos lo que hemos recibido.

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Ayuda para las lecciones:
de  Robert Perry  y Allen Watson
http://www.un-curso-de-milagros.com/milagros/LECCIONES-UCDM.pdf


LECCIÓN 345    -     11 DICIEMBRE

Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí

Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica  de este libro.

Comentario

El pensamiento básico es parecido al de ayer: lo que doy me vuelve. Al darme cuenta de que esto es así, decido al comienzo del día, y al comienzo de todos los días, ofrecer sólo lo que quiero. Milagros. Dar un milagro significa ver más allá de las ilusiones de mis hermanos, y contemplarlos como verdaderamente son: creaciones de Dios. Significa no aceptar ni apoyar la imagen que mi hermano tiene de sí mismo como un ego limitado, un pequeño trozo de mente atrapada en un cuerpo. En lugar de eso, le veo como un ser de espíritu sin límites, espléndido de gloria. En el Capítulo 8 del Texto se nos dice:

Mas cuando ves a un hermano como una entidad física "pierdes" su poder y su gloria así como los tuyos… No dejes que él se menosprecie a sí mismo en tu mente, sino libéralo de su creencia de que es insignificante y así te liberarás tú de la tuya. (T.8.VII.5:3,5:6)

Eso es dar un milagro. Negarme a ver a mi hermano de la manera limitada en que él se ve a sí mismo, y ver al Cristo en él, por él. Así el milagro nos bendice a mi hermano y a mí, pues cuando mi mente sana de las ilusiones, se extiende a él, llevando luz a su mente. Le doy la oportunidad de verse a sí mismo tal como Dios le ve.

La ley del amor es universal. Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. (1:2-3)

La ley del amor se expuso ayer: “que lo que doy a mi hermano es el regalo que me hago a mí mismo”. La forma en que esta ley  se manifiesta aquí es algo que puedo reconocer. No es algo abstracto (sólo una idea), toma forma y se convierte en algo concreto. Cuando ofrezco milagros a los que me rodean, vuelven a mí, no en la misma forma en que los ofrecí sino en la forma que yo necesito para satisfacer mis necesidades tal como yo las veo (1:4). En el Cielo no hay necesidades (1:5); pero aquí en la tierra veo necesidades  y la ley del amor se adapta a lo que yo veo (1:6).

Puedo ofrecer un milagro con un profundo acto de perdón, o a uno que pasa a mi lado puedo ofrecerle un milagro con una sonrisa  que le dice: “Eres digno de ser amado”. Ofrezco un milagro con cada gesto de amabilidad, con cada gesto de cortesía, con cada muestra de respeto, o con cada acto bondadoso. Sea cual sea la forma, si el contenido del mensaje es: “Eres digno de ser amado. Eres valioso. Eres inocente”, he ofrecido un milagro, y me volverá.

Padre, que elija empezar el día firmemente decidido a ofrecer únicamente milagros a los que me rodean. Que diga desde lo más profundo de mi corazón:

Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. (2:1-2)

Y antes de que entre hoy en el ajetreo, voy a detenerme unos minutos y los pasaré ofreciendo paz a todos los corazones que la buscan y en quienes piense. Ese esfuerzo no se pierde nunca, y recibiré lo que estoy dispuesto a dar.

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¿Qué es un milagro? (Parte 5)

L.pII.13.3:1-3

El perdón es la morada de los milagros. Los ojos de Cristo se los ofrecen a todos los que Él contempla con misericordia y con amor. La percepción queda corregida ante Su vista, y aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir. (3:1-3)

Un milagro corrige la percepción, y los milagros están en el perdón. Cuando miramos con los ojos de Cristo, miramos con misericordia y con amor, miramos con perdón. Y entonces, “repartimos” milagros a todos los que contemplamos con esa percepción corregida. No es sólo que algo cambia en nuestra mente o que nuestra percepción se vea afectada, algo se transmite o “llega” de nosotros a aquellos a los que contemplamos. Aquí, y en muchos lugares del Curso, un milagro parece tener un aspecto en el que algo pasa de mi mente perdonadora a otras mentes. Se dice que los milagros son “interpersonales” (T.1.II.1:4). Cuando acepto el perdón en mi mente, para mí mismo o para otro, se extiende a otros. Ciertamente, extenderlo es el modo en que lo acepto:

Los milagros son expresiones naturales de perdón. Por medio de los milagros aceptas el perdón de Dios al extendérselo a otros. (T.1.I.21:1-2)

La frase “aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir”, me recuerda la historia de la Biblia acerca de José y sus hermanos. Debido a que era el favorito de su padre, sus hermanos le vendieron como esclavo para Egipto, pues estaban celosos de él Pero debido a su habilidad para interpretar los sueños del faraón, José alcanzó un gran poder en Egipto. Años más tarde durante una época de hambre, su familia vino a Egipto buscando comida, y José era el hombre que estaba al mando de las provisiones de comida. En lugar de vengarse de ellos, José les dijo:

Para salvar vidas Dios me envió delante de vosotros… O sea que no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios. (Génesis 45:5, :8)

Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien. (Génesis 50:20)

Cuando hemos recibido el perdón en nuestros corazones, podremos ver bendiciones en lugar de acciones que otros hacen para perjudicarnos. “Aquello cuyo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir”. Encontramos eso cuando el Texto dice:

Debes estarle agradecido tanto por sus pensamientos de amor como por sus peticiones de ayuda, pues ambas cosas, si las perci­bes correctamente, son capaces de traer amor a tu conciencia. (T.12.I.6:2)

Y ciertamente, ese tipo de percepción es un milagro.

AUDIO (en Ivoox) de Loran@ Galindo


VIDEO Mich Gaymard:
https://www.youtube.com/watch?v=aLyUzDI8Xi4

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